domingo, 27 de diciembre de 2020
Inundación
miércoles, 9 de septiembre de 2020
Descenso
domingo, 9 de agosto de 2020
El Vals
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La Valse- Camille Claudel |
Figuras danzantes sin nombre,
amantes que a cada paso
se encargan de hacer girar
el paso incesante del tiempo.
De cerca los miro tratando
de entrar también en su abrazo,
ser parte también de esa ola
que desafía la vida…lo efímero.
De lejos los siento conmigo
y envidio que sigan en esa eterna danza,
en un vaivén que rige el día y la noche.
Reyes de una nación de soñadores
Esculturas que se burlan
del pesado e inerte bronce,
los amantes bailan para siempre
la danza capaz de espantar la muerte.
Vengo entonces a imitar sus movimientos.
En mis trazos que tantean infértiles terrenos
busco que mi palabra logre desafiar mi mayor miedo:
la soledad…o quizás también el tiempo.
Y que este poema se transforme en una danza lenta y ligera
Que el lector tenga ganas de pronunciar en voz alta,
Que cada letra se dibuje en su boca, marcando un nuevo paso
Y que así perpetúe más este vals de lo eterno.
Así nos volvemos dos amantes:
yo poeta solitaria y sedienta,
el lector solitario y saciado.
jueves, 6 de agosto de 2020
Tumor
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The Sick Child-Munch |
Hace más de dos días que no puedo dormir, hace más de dos días que tampoco puedo estar despierta, estoy en un estado de vigilia de la muerte. Siento en mí como mi estómago se retuerce y da tres vueltas, en la noche es lo único que escucho; a tal punto que creo que ya me canta para aliviar mi dolor, sin saber que es por él que lloro. Y todo este dolor lo guardo, lo he estado guardando ya por cinco meses, pero estos días estoy ya a punto de perder la batalla. Mis hijas ya notan mi sudor frío y mis ojeras que llegan a la mitad de mi nariz. Les digo: mijas, no es nada. Así se ve la vejez, - mientras me muerdo la lengua para no gritar mientras escucho el mal que cargo regocijarse de mi dolor. Pero, aunque haga esfuerzos la enfermedad se me empieza a notar. No he dejado el baño por una hora y todo lo que cago no es más que agua. Miro con esperanzas al fondo de la taza esperando encontrar los gusanos que me imagino habitan en mis tripas, pero nada. Claudia, la menor, se cansa de tocar a la puerta y pasa a la agresividad, la escucho ya tirar patadas. Con dificultad me levanto, abro la puerta y sin responderle a sus interrogaciones sin fin me vuelvo a acostar. ¿Para qué angustiarlas si esté dolor es mío y de nadie más? A tal punto es mío que lo defiendo de los otros, lo cuido, le susurro al oído que se pudra, que lo quiero y por eso quiero que hagamos las paces. Sin rencores.
Lorena, la mayor, entra a mi cuarto, prende la luz y me dice: levántese mama, nos vamos ya para el hospital. Siento en mí entonces que el dolor se defiende y con toda. Me agarra con fuerza y tira para abajo haciendo que mis tripas suenen más fuerte de lo esperado. Empiezo entonces a toser para esconder el ruido estridente que sale de mí y resulto poniéndome más en evidencia: todas las cobijas se manchan de la sangre que sale por mi boca. Lorena grita: CLAUDIA, VENGA,¡ MI MAMÁ ESTÁ VOMITANDO SANGRE! Escucho sus pasos acercarse mientras miro las manchas de sangre que me dicen que mi dolor también les pertenece ahora. Aprieto con fuerzas el estómago, aunque me cuesta, para hacerle saber a lo que llevo dentro que su jugada fue muy sucia, que ahora no podré defenderlo más.
Ya en el hospital me siento atacada por todos los costados. Adentro mío la guerra continua, afuera apenas empieza. Mis hijas me reprochan mi descuido, mi silencio. Y yo sólo pienso: pero sí esto lo hice por ustedes, esto es un acto de amor y de altruismo. El médico de turno no se queda atrás, me manda a hospitalizar y hacerme una endoscopia. Aunque nadie lo diga todos pensamos que eso que tengo adentro es un tumor que ya bautizaron por mí: cáncer.
Todo va más rápido de lo que soy capaz de asimilar. Los doctores y mis hijas son jueces que marcan mi sentencia. Sin poder conectar mi cerebro con mi lengua, dejo al silencio hablar. Sin más, bajo la cabeza y les entrego los restos de mi vida. Los resultados confirman que el tumor ha estado en mí por bastante tiempo, que anda en una fiesta por todo mi cuerpo, que cada célula mía es un virus. Curiosos, me preguntan cómo he sido capaz de guardarme este dolor que me desgarra. Furiosos, me tildan de irresponsable y egoísta. Me encierro de nuevo en mi silencio y abrazo el infierno que me recorre. El dolor sigue, y ahora que ha sido descubierto parece buscar más protagonismo. ¿Qué siento? Una quemadura profunda y constante…
Lorena y Claudia acosan al doctor por soluciones a la muerte que me espera. ¿Pero todavía hay tiempo para la quimioterapia, cierto? ¿Y no es posible extirpar el tumor? Claro, con una cirugía, doctor. Por favor, doctor. Mi mamá todavía esmuy joven. Pero cómo es que no se va a preocupar por su salud, mamá. Cómo es que se va a dejar morir, así como así. ¿No le da vergüenza? ¿Qué vamos a hacer sin usted? Lorena, ¿cómo es que usted no se dio cuenta? ¿Viviendo con ella no la vio enferma? Ah, ahora la culpa siempre es mía ¿no? ¿Y usted entonces por qué no la venía a visitar? Mire Claudia, ¿usted hace cuánto no venía a la casa? Hace más de un mes que se contenta con llamar, así que no me venga a echarme la culpa ahora.
Me pesan los ojos y me cuesta mantenerlos abiertos. Tarde, ya muy tarde, me doy cuenta que estoy conectada a un respirador, que tengo un catéter en mi brazo derecho. Aunque mis hijas estén a mi lado me cuesta levantar mi voz para llamarlas, mis brazos para abrazarlas. Las llamo entonces con mi mirada, les digo que las amo y entre lágrimas firmo una despedida. Acuden a mi llamado, ambas me abrazan y me llenan de un amor que espero que me dure hasta que llegue la muerte. Tarde, ya muy tarde nos damos cuenta que no estábamos listas para este momento y me culpo por no haber querido mirar al dolor a los ojos. Pienso en toda la gente de la que no me despedí: mi vecina que era como mi mejor amiga, de mis hermanos, de mis plantas, de las montañas de Bogotá…espero a que toda mi vida me pase en frente de mis ojos, pero nada llega…sólo la calma al dolor, un silencio, una paz que me saluda, me envuelve y arrulla.
lunes, 20 de julio de 2020
Venecia, laberinto
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Tintoretto-El laberinto del amor |
Venecia rima con inercia, Persia, Grecia, pereza, belleza. Venecia, después de conocerla -como la puede llegar a conocer un turista- rima con: LA BE RIN TO.
Yo había decidido visitar Venecia arrastrada por el encanto que la encierra y tenía en mi imagen una ciudad-isla atrapada en el tiempo. Lo confirmé cuando llegando en el tren por un momento sentí que los vagones se convertían en las piezas de un barco. Rodeado por agua, el tren seguía su curso a toda velocidad. Era un viaje que hacía sola y como cuando se va sin compañía, la mente tiene mas tiempo de divagar y construir sobre la nada, mis expectativas ya sobrepasaban la realidad. Apenas salí de la estación de tren vi el río, los puentes que unían el otro lado de la ciudad, los turistas-aunque éramos pocos porque el verano ya estaba lejos- que parecen ser los únicos habitantes de la ciudad-sueño. Caminé hasta el hostal que no quedaba lejos, dejé mi maleta y sin saber mucho qué ver ni a dónde ver, salí a contemplar la ciudad-museo.
Recuerdo que lo primero que hice fue coger un bus- que en la ciudad son barcos- para poder tener una mejor vista de todos los canales que la rodeaban. Me pasa seguido que ante el enigma de la belleza me quedo sin palabras y me invade rápido una melancolía alegre, un llanto de felicidad. un sentimiento sin nombre que bien podría ser equivalente a sentir el infinito, siendo nada más que mortal. Y así me sentí frente al enigma que era esa ciudad-selva. A mi pesar, no tenia ni el dinero ni el tiempo suficiente para visitar museos ni catedrales, así que había decidido aprovechar al máximo aquel día. Ya en la noche, seguí con mi vagabundeo y decidí que era momento de dejar las calles más transitadas e ir adentrándome más en el estómago de Venecia.
Comencé entonces a caminar con calles cada vez más estrechas, sin mucha iluminación y poco transitadas. Al principio abracé esa calma que hacía rato no me habitaba y seguí caminando sin darme cuenta que ya no sabía dónde estaba, que había caminado para perderme, pero no traía conmigo el hilo que me sacara de este laberinto. Después de caminar en silencio sin encontrar a un solo turista-monstruo me asusté, me di la vuelta y empecé a desenredar todos los pasos que había hecho hasta ahora. Sin ver nada conocido sentí que estaba ahora caminando en círculos y cogí mi celular para buscar el camino de vuelta al hostal. En ese momento me di cuenta que Venecia no sólo era un laberinto para mí, pero incluso, hasta para la tecnología. El mapa me mostraba un camino equivocado y calles que ni siquiera existían: me mostraba un puente inexistente en un lugar donde no había nada más que el río. No recuerdo mirar la hora ni cuánto tiempo estuve caminando aquel laberinto, pero sentí que había pasado toda la noche buscando la salida. Me reí de mi misma porque me había perdido de la manera más estúpida y seguía asustada estando de viaje ¡en una ciudad con la que había soñado!
En un momento me detuve, ya estaba cansada de arrastrar los pies y a decir verdad el miedo conjugado con la alegría e ironía de la situación me habían dejado agotada. En ese momento pensé en Borges y su laberinto veneciano y me dije que el arquitecto que había levantado esta ciudad había de ser él con cada verso. No sé si fue el pensar que estaba atrapada en una ciudad-poema o por el hecho de que en realidad el miedo albergaba cada poro de mí, pero en cuestión de segundos había pasado de reír, a llorar del desespero y el sin sentido de la situación. Durante todo este tiempo- que bien pudo ser quince minutos o tres horas- no recuerdo haber visto a una sola persona. Caminé por una Venecia desolada, sin tiempo, cubierta de misterio y silencio.
El final de este cuento no contiene un desenlace increíble, si soy fiel a la literatura puedo escribir que de mi desespero golpeé en la primera puerta que vi pidiendo ayuda, que la persona que me abría era el mismo Borges, un amante que me ofrecía la salida en sus besos, una familia que me acogía y después de un festín me acompañaban devuelta al hostal. Pero debo ser fiel aquí a mis recuerdos, después de sacar la angustia que tenía y retomar mis pasos escuché a lo lejos a un grupo de personas y decidí alcanzarlos. Para mi sorpresa, aquellos turistas estaban en la misma situación que yo. Llevaban ya un tiempo buscando un puente para cruzar al otro lado. Sin embargo, sólo el hecho de encontrarlos me tranquilizo. Seguía perdida, pero no sola, como oveja que sigue el rebaño. En el camino encontramos a una persona que nos mostró por dónde ir y nos llevo hasta un puente. Es así que el final de esta historia no es trágico, ni mágico ni increíble, pero sí lo es aquella ciudad-agua que reposa en mis recuerdos.
Diario- Venecia 20 de Septiembre 2017
Porque voy de viaje en busca
De lo que he perdido
De lo que he dejado,
De lo que no he encontrado,
De lo que no he visto.
Porque voy en busca de lo que no conozco:
Del amor,
de la magia
de amigos
de amantes y muelles.
Porque voy en busca
De mí,
De lo que no he sido,
De lo que quiero ser.
…Venecia está hecha de laberintos, cada una de sus calles llevan a ningún lugar y al paraíso. Siento que Borges escribió esta ciudad o la ciudad a Borges. Venecia me ha devuelto las ganas de volver a escribir, de dejar salir todas las palabras que llevo adentro de mi lengua pero que mi voz muchas veces traiciona.
miércoles, 27 de mayo de 2020
Poema de amor (exagerado, mal escrito y vulgar)
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Emma Reyes |
Te escribo este poema
porque sé que no lo leerás.
En silencio, en la oscuridad, lejos
imagino que un eco difuso de esto te toca.
Te escribo este poema
que no te gustará
porque es exagerado, mal escrito y vulgar,
hecho a imagen y semejanza de mi amor.
Te escribo este poema
porque te cargo siempre en mi
como una cruz,
como verso
como suspiro pausado
y corto.
Te escribo este poema
porque me imaginé diciéndote
una cosa que me gusta tuya
en la mañana, cada nuevo día.
Te escribo este poema
porque me gusta tu libertad,
como te mueves, pájaro de fuego
sin sombra ni rastro en tu andar.
Te escribo este poema
porque me gusta tu olor
y admito que una vez cuando
dormí a tu lado, lo guardé
en mis dedos.
Te escribo este poema
porque me gusta tu misterio.
Mi gato viejo y sagaz, dime
¿Cuántas vidas has dejado atrás?
Te escribo este poema
porque me gusta tu mirada profunda, agua de mi rio.
Ojos miel, de lejos los miro
De lejos, ¿me miran ellos?
Te escribo este poema
que nunca acabaría si
por cada día te admito
cuánto tú me gustas.
Te escribo este poema
Porque te pienso
Pero tengo siempre
Que forzarme al olvido contigo.
jueves, 7 de mayo de 2020
Irreversible
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La barca de Caronte- José Benlliure |
jueves, 30 de abril de 2020
Cuarentena IV: Parentesis
jueves, 9 de abril de 2020
Cuarentena III: Ciudades Idas
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El Jardin de las delicias- Bosch |
domingo, 22 de marzo de 2020
Cuarentena II: Esperanza
lunes, 16 de marzo de 2020
Cuarentena I: Despedida
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L'amour et Psyché- François Picot |
domingo, 1 de marzo de 2020
Mi primer recuerdo
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I and the Village- Chagall |