jueves, 19 de noviembre de 2015

Pasaporte


Carátula del album bird and diz-Charlie Parker y Dizzy Gillespie-1952

Once y cincuenta y seis, cincuenta y siete, cincuenta y ocho, cincuenta y nueve y ya se hacen las doce de la noche. Aquí empieza la hora de su cita. Ella dice que es su cita porque es el único momento del día donde lo puede escuchar de lejos. Es el único momento donde, desde su ventana, un universo entero aparece delante de sus ojos. Él, por su parte, dice que es una cita entre la música y él, nadie más puede entrar. Pero la verdad es que más allá de ser una cita se va convirtiendo poco a poco en un ritual donde cada uno sabe lo que tiene que hacer. Ella ya hizo todo lo que le tocaba. Esperar viendo cada hora pasar hasta que sea media noche. Él, del otro lado de la calle, se levanta a coger con sus manos llenas de juventud el viejo saxofón que se renueva con cada nota. Ajusta la boquilla y se sienta junto al alféizar de la ventana.

Ya es media noche, otra noche donde el tocará las mismas canciones de siempre, una noche de más donde ella podrá soñar de ese desconocido que ya conoce bien.

Ella se sabe de memoria todo el repertorio. Si le preguntáramos que nombrara al menos una de las canciones que tocaba, ella diría: esa que va tiiiiii toooo paaaaaa laaaaa laaapaaatooootiii. Y a decir verdad poco importa, lo único que cuenta es que a ella le gusta y así está bien. En cuanto a él,  él sólo cree en los dioses que tanto intenta imitar. Armstrong, Dizzy, Parker, Baker y cada día la lista se hace más grande con cada descubrimiento que hace.

Ahora todo está listo. Acerca la boquilla un poco más a su boca y justo cuando va empezar se da 
cuenta que hay algo que falta. Algo que sobra. Levanta la cabeza y ve del otro lado una mujer. Ella lo mira fijamente sin prestar mucha atención a la distancia que hay entre los dos. Y así, por una mirada se empieza a levantar un puente. Y así, ese algo que falta ya no le hace tanta falta, y eso que sobra ya no le sobra. Está listo para tocar y ella lista para escuchar. Él  por primera vez tiene un Público entero a sus pies.  

Empieza y los dos se dan cuenta que es algo nuevo lo que está pasando. Sus manos empiezan a obedecer un orden que va mucho más allá del tempo. Sin pensar va tocando por fin a la velocidad que es. Entiende que el jazz no se hace sobre un papel sino sobre el lienzo del momento y quien dice momento dice presente, quien dice presente dice ahora y el momento que es presente que es ahora es diferente a la hora  que el reloj marca, que ese reloj no sirve para medir lo  que está dentro de sus manos, de su corazón late más que nunca, de su cuerpo que tiembla. Está en el momento y no hay nada qué hacer, No hay quién lo detenga.  Para ella él no es un imitador, un principiante. No hay nada de imitación. Y en la cabeza de él pasa la misma cosa. Él no se siente imitando al gran Parker. No. Esta noche él es Parker y Parker es él.

Ella también entiende, entiende que debe cruzar el puente. Que todo ese riff que él no termina de acabar no es más que una invitación. Que ahora ese mundo que veía de lejos como una espía es accesible. Tiene permiso. Tiene el pasaporte para entrar. Entonces cruza y el viaje ya puede comenzar.