sábado, 22 de abril de 2017

Esbozo de una vida sin testigos

Primer Trazo


François Dupont murió el pasado 24 de Julio en  esta plaza. Si usted es familiar o tiene alguna información sobre él por  favor llame al: 0695749865. Leyó el anuncio una y otra vez. Se imaginó a François como un  hombre pequeño, no más de uno setenta años, con barba blanca y con ojos sin color e inútiles, con una barriga llena de cerveza y pulmones invadidos de tabaco, con manos sucias de tierra y el cuerpo botando ríos de sudor. ¿Cómo pudo haber muerto François Dupont? ¿Acaso fue una muerte lenta y agonizante o de un solo golpe la muerte lo agarró y lo tiró al piso? Tal vez fue un tiro que derrumbó su cuerpo en medio de la noche. Pero si fue un tiro yo lo hubiera escuchado, se dijo. Mi casa sólo queda a unas pocas cuadras de acá y el estruendo de la bala me hubiera despertado. De seguro habrá sido el asfixiante calor de verano, se  habrá ido con el sol de la noche que ya sin fuerzas para calentar se despide alrededor de las diez. La gente que debió verlo habrá pensado que era un borracho que dormía su borrachera pero en realidad era un viejo que saludaba ya la muerte.

Siguió caminando y en el siguiente poste leyó el mismo anuncio. Ahora la imagen de François se hacía cada vez más nítida en su imaginación. Lo vistió de harapos viejos y con un par de tennis sin suela. Se preguntó cuál habrá sido la última cosa que pensó, o si pudo pensar algo después de su muerte. Miro hacia los lados y vio que cada poste que rodeaba la plaza tenía el mismo anuncio. Sin embargo él era el único que se tomaba el tiempo para leerlos. François Dupont había muerto aquí o ahí o más allá hace… ¿hace cuánto tiempo este tipo anda muerto? Se preguntó sin poder encontrar la respuesta. Se paraba de la cama sin saber qué horas eran ni en qué día estaba. Nadaba entre los días como aquellos que ya no tienen nada que esperar. Se sentó en la banca más cercana y trató de acordarse qué día era hoy. Pensó en lo que había hecho ayer o el día antes de ayer pero de nuevo la nada lo saludo.

Sentado pudo ver las vidas que tenía en frente de sus ojos, todo el mundo pasaba ignorando que Monsieur Dupont había muerto aquí, hace…hace algunos días. Los que estaban sentados mantenían sus ojos fijos en los periódicos leyendo sobre la muerte en otros lados, los que pasaban caminando seguían su camino sin detenerse. Se acordó entonces que él también debía seguir su camino. Sí. Por algo se había levantado. Por algo había hecho el esfuerzo de dejar su cama, de vestirse, de tomar un café y una tostada y llamarlo desayuno. Por algo salió apurado dejando a medio cerrar la puerta de su pequeño apartamento. Pero a dónde iba ¿a dónde vas? ah sí. Iba de camino  a dejar una carta en el correo. Pero la carta podía esperar, debe esperar, esperará un rato más.

Pensó que de seguro lo había visto, lo había podido cruzar en la calle. Si ambos pasábamos seguido por este parque nos debimos haber cruzado una mirada, o un saludo tal vez. Se dijo que de pronto pudo haberle dado alguna moneda. De seguro le pude haber dado una moneda, un céntimo, o cinco. Pero nunca diez porque nunca tengo tanto. Estoy seguro que debí haberlo visto. Dupont debe ser el viejo que siempre se sentaba en esta banca que da en frente al parque Monceau, esta banca era su única posesión en esta tierra, su reino entre el infierno. ¿Y si llamo a ese número y digo que lo conocí? Tal vez sea la mejor idea, poco importa si lo conocí o no. Apuesto a que nadie lo conoció nunca y ni siquiera lo enterrarán. Quemarán su cuerpo y tirarán las cenizas a la basura. Y Así en menos de un minuto la vida de François Dupont habrá terminado. Ni un recuerdo ni un trazo de su paso por la tierra, nada, de nuevo nada. Pero enseguida descartó la idea de llamar, ¿cómo llamar si no tengo celular ni dinero para llamar? Entonces decidió que iría a la policía, diría que fue el único amigo que François Dupont tuvo en la vida y reclamaría su derecho a tener un entierro como cualquier persona se merece dejar esta tierra. ¿Pero qué tal que François haya sido un tipo peligroso, el delincuente, el más grande ladrón del barrio? Me culparían, por decir que fui su único amigo me tomaran también como su único cómplice. Pero es un riesgo que tenía que tomar. La curiosidad por saber quién se escondía detrás del nombre que invadía toda plaza lo encaminó hacía la prefectura más cercana que encontró.

De camino fue leyendo una y otra vez el anuncio que había arrancado y pensando en cada palabra que diría al policía. Primero tengo que decir buenos días porque con la autoridad siempre hay que ser lambón, después le pasó el papel y le digo que François fue un conocido mío. No, un amigo mío. Mejor aún, François fue mi mejor amigo y que me sorprendía su reciente muerte. Aquí tengo que fingir algunas lágrimas y con la voz quebrada le digo que François siempre quiso tener un entierro. Pero si no tengo plata para una llamada mucho menos voy a tener para un entierro. Se preguntó como hacían los pobres para morirse, si hasta para eso hay que tener plata. Bueno, algo me inventaré. Le diré a la vieja del apartamento que este mes no se lo puedo pagar, que me echaron del bar donde trabajo pero que el próximo mes le pagaré los dos meses completos.

Goya- Perro semihundido
Entró decidido y preparado para enfrentar lo que fuese la identidad de François pero cuando llegó la estación de policía ya estaba a reventar. Le pidieron tomar un número y pasar a la sala de espera. Tenía el número 30 e iban apenas en el 10. Veinte personas en frente suyo: una muchacha que con su pierna iba dando el ritmo al paso de los segundos, un viejo bigotudo que enrollaba y desenrollaba un periódico, una señora que parecía haber comido un elefante de desayuno con cara de tragedia y desesperación, un señor con un portafolio entre sus manos que se paraba cada cinco minutos a ver el reloj que colgaba a lo alto de un muro. El reloj, dueño de la espera de cada uno de los que esperaba, excepto para él que le daba igual esperar el día aquí o en otro lado.


Cuando le llegó su turno no tuvo palabras para decirle al agente, sólo extendió  su mano y le entregó el anuncio que ya estaba arrugado y lleno de pliegues. Un momento de silencio. El agente se sumerge en la lectura, después clava su mirada en la de él. Este ya me está empezando a analizar, pensara que estoy loco.  Y la verdad es que sí lo está. El policía lo mira a los ojos de nuevo pero esta vez mucho más de cerca. Rompe el anuncio en dos y lo tira a la basura. Enseguida le pone en la cara un pequeño calendario que le indica el día en el que están. François  Dupont lleva muerto hace más de dos meses. Habrá muerto solo en una noche de verano, sin que nadie lo viera morir. Habrá caminado solo hacía lo desconocido o…le habrá sonreído a la muerte. Se habrá tirado a sus pies pidiéndole por fin un descanso. 

Segundo trazo