jueves, 30 de abril de 2020

Cuarentena IV: Parentesis




Estos días no he dormido bien. Hoy me levanté a las siete de la mañana, como creyendo que tenía que cumplir con mi ritmo habitual…pero la vida se ha detenido ahora. Ahora todo reposa en un paréntesis, no hay puntos suspensivos porque no sabemos lo que viene, no hay punto final porque no sabemos cuando acaba.

Me levanté entonces con un poco de zozobra, no culpando a mi sueño, porque, a decir verdad, los pasados días no he hecho más que dormir a deshoras, pero me levanté a la espera de algún descubrimiento y así fue.

Mi acompañante estos días ha sido Beauvoir, sus confesiones en La force de l’âge me hablan y yo escucho sin responder, pero penetrando en cada una de sus palabras. Su voz me es ya familiar, me es ya necesaria, es mi rutina, no, mejor aún, un ritual. Ha sido una lectura que me sorprendió hoy y me sorprenderá mañana. ¿Por qué?

Primero: Beauvoir describe a detalle cada lectura que marcó sus días y me sorprende que nombres que siempre estuvieron en mi panteón, fueron en algún momento para ella una novedad como Kafka, Hemingway, Faulkner, Camus...Me imagino qué habrá sentido Beauvoir y el mundo al descubrir esas voces que ahora siguen resonando sin fin.

Segundo: La descripción honesta y sin mucho palabrerío de su amor con Sartre. Una relación abierta que ella acepta pero que le causa, a pesar de todo, celos y dudas…tal vez hasta tristeza. ¿Si no estamos hechos para la monogamia porque el amor nos causa, a veces tantas inseguridades? Pienso que no es culpa del amor libre ni el amor entre dos, es que ambas están basadas en lo incierto porque toman lugar en esta realidad, donde todos caminamos en terreno movedizo. De lo único en lo que se puede confía es en las manifestaciones de amor hacia el otro y hacia uno mismo, y es ahí donde los amantes se reconocen: en un amor sin condiciones ni limites, sin contratos ni promesas, pero en la certeza de esas manifestaciones constantes de afecto. Y eso es lo que apreció más en esa relación que describe Beauvoir. Sin promesas ni compromisos ni ataduras sino en la certeza de ambas libertades, ellos decidían escogerse y entregarse el uno al otro.

Tercero: EL HECHO DE SER MUJER ESCRITORA IMPLICA ABANDONAR, o más bien, deconstruir lo impuesto, esos roles marcados en la época de Beauvoir y aún presentes ahora. Beauvoir más que abandonar supo darse cuenta que esos roles eran impuestos y que no iban con su modo de vida ni de pensamiento. Entonces la palabra indicada no es abandonar sino LIBERARSE.  Yo por mi lado, de lo único que puedo estar segura ahora es que sé que mi rol como mujer, escritora o a eso anhelo, nunca me ponga en merced de alguien, que mi rol como mujer nunca sea de abandonar mi libertad ni doblegarme frente a nadie.

Por otro lado, la cuarentena sigue…ya va ser casi dos meses. Me gustaría creer que después de esto nos espera una revolución, un mundo donde el individualismo ya no tenga lugar, un mundo donde como dice Beauvoir: “l’Histoire m’a saisie pour ne plus me lâcher”, donde la historia nos tome para nunca más soltarnos. Han sido meses donde todo se ha detenido, sin embargo, todo sigue. Días que he pasado en estas cuatro paredes, lejos de Paris, de Francia, de Bogotá, de Colombia, lejos de todo espacio exterior. Me ha pasado que veo películas que suceden en Paris y me digo: qué ciudad tan increíble, tan bella, tan lejos que se ve. Y aún así esté aquí siento Paris lejos, como si estás cuatro paredes me pusieran en otro lugar, en otro sitio donde el tiempo ya no pasa. Siento entonces en mí la necesidad de reconquistar esos lugares que fueron míos por segundos, que hacían parte de una rutina ya olvidada. Y aunque esté parada en un paréntesis de desasosiego e incertidumbre, guardo en mi el deseo de volver a atravesar Paris descalza, de Saint Denis a Montrouge, de atravesar Bogotá, ciudad dantesca, sin ningún Virgilio que me guie.

jueves, 9 de abril de 2020

Cuarentena III: Ciudades Idas






El Jardin de las delicias- Bosch 


En mi guardo a Roma, 
como ruinas enterradas en el tiempo,
como ciudad de todo lo eterno, 
como un laberinto de calles... infinito.

Llevo también en la piel París, 
como un sueño que nunca acaba,
en ocasiones como desierto desolado
pero siempre, como misterio a descubrir

Sigo mis raíces que yacen en Leticia,
como una vasta selva intrépida, 
como el canto de pájaros despidiendo el día
como río hondo y caudaloso...se aferran a la tierra.

Mi memoria me lleva a Bogotá  
como recuerdos trazados por los cerros,
como ciudad dantesca: purgatorio, infierno y cielo,
que recorremos todos sin Virgilio. 

Mi futuro anhela ciudades no vistas,
como Nueva York en verano,
como Tokyo sumergido en un  fugaz vaivén
como mujer libre, quiero que mi nombre sea siempre viaje.