domingo, 30 de septiembre de 2018

Línea recta


The Tree- Alberto Giacometti


Hace calor. París parece un infierno y no hay ni una brisa que apacigüe este incendio. Salí de mi pequeño apartamento huyendo del hastío y ahora siento que estas calles me encierran hasta asfixiarme. Es lunes en la tarde, mi día libre en el trabajo y empiezo a dirigir mis pasos hacia el parque Buttes-Chaumont sin pensarlo, obedeciendo a antiguas costumbres ¿Qué estará haciendo Marta ahora? Seguro que no piensa en mí, pero qué buenas tardes pasamos en este parque. Me dejo agarrar por la melancolía deslizándome de nuevo en la trampa del pasado aún presente. Pienso que no es justo llevarla aún conmigo cuando ella me lleva ya en el olvido. 

Frente a mi va un hombre de unos setenta años. Sólo puedo ver su espalda ancha, su silueta robusta, sus lentos pasos. Sobre su cabello gris lleva un sombrero por lo que adivino que es judío y está vestido con un traje negro que me asfixia aún más.  Me pregunto cómo logra caminar si yo que ando en shorts y camiseta siento que me voy derritiendo. Tal vez sólo soy yo el que está condenado a este purgatorio. Veo dos figuras lánguidas que se dirigen en nuestra dirección, dos judíos más jóvenes que caminan en silencio. Al pasar al lado nuestro los tres comparten una mirada, se reconocen, se saludan sin decir una palabra. Siento que aquellas miradas hacen parte de un ritual al que irrumpo sin ninguna invitación, sus ojos me penetran y muy a mi pesar, ninguno de ellos se da cuenta de mi presencia. 

Sigo caminando detrás de aquella sombra sin acelerar el paso, sintiendo a la misma vez que él el peso de seguir avanzando.  Pie derecho adelante, diez segundos pasan, pie izquierdo atrás. La distancia entre los dos se vuelve mínima. Hacemos los mismos movimientos, la misma acción, trazamos una sola y única línea recta hacia el futuro y aun así habitamos diferentes universos. El delante de mí por diez segundos, por cuarenta años más, por miles y miles de pasos dados de ventaja. Continúo persiguiéndolo y lo veo tan cerca al frente mío que me sorprende que no haya sentido mi presencia. Tal vez alcanzamos tal grado de sincronización que, entre los dos, soy yo su sombra y él mi cuerpo. 

Me acercó a una de las puertas del parque y la atravieso pensando que soy Dante entrando al purgatorio. Por mí se va hasta la ciudad doliente. ¿Hace cuánto no entraba a este parque? A esta hora se ve gente corriendo o paseando a sus perros, pero sobre todo parejas que caminan cogidos de la mano. Al verlos me atraviesa el recuerdo de todos mis amores de la juventud, siento un dolor desconocido en mi corazón que atribuyo a mi delicada salud, pero pronto me doy cuenta que es un punzón, un vacío provocado al pensar en todo el tiempo ido. Siento que todas mis acciones no me pertenecen y sin embargo continúo dirigiéndome hacía el mirador. Mis piernas comienzan a burlarse de mí. ¿De verdad crees que vamos a subir tan alto? Y sigo caminando bajo un ritmo que debe parecerle patético a los corredores que pasan a mi lado. 

Son las nueve de la noche y aún la noche no aparece, pero el calor nos da más tregua. Me detengo en medio del puente para tomar un respiro. Me quito el sombrero para limpiarme el sudor que recorre todo mi cuerpo. Quiero devolverme y aun así mi cuerpo sigue caminando sin obedecerme, como si mi subconsciente hubiera trazado una meta fija sin consultármelo, como una marioneta, sigo empujado por alguien que tira de las cuerdas. Impulsado por aquel deseo ajeno, por una fuerza que supera mi pereza llego a la cima donde se ve a este laberinto de ciudad con sus piernas bien abiertas… ardiendo y gimiendo. 

Desde lo alto me llega un recuerdo que no es mío, que tal vez soñé o que tal vez viví y ya olvidé, una mujer a la que amé en este parque tantas veces.  Miro mi reloj y se marcan ya las diez. Pienso en que nunca me podre acostumbrar por completo a aquel sol de noche del verano. Pienso en que este parque les pertenece a todos los amantes de París. Pienso en que ya soy viejo y si puedo escoger mi muerte lo haría ahora recordando vidas pasadas, lo haría mirando a Paris desde aquí, si he de morir ahora que lo haga junto con este punto final.