domingo, 22 de marzo de 2020

Cuarentena II: Esperanza

 
Frederic Watts- Hope 
Han pasado ya ocho días que no he salido de la casa y para ser honesta, son días que no he visto pasar. Me asusta porque me pregunto si ya estoy acostumbrada a pasar tiempo sola, si ya el silencio es en donde me encuentro más cómoda. Aún no tengo una respuesta, pero todo a punto a que sí…

La situación de mi cuarentena ha sido cómoda y no me podría quejar. Aquí en París vivo en un apartamento que lo comparto con una compañera, pero sin saber que esto iba a pasar, mi compañera que es de Londres, se devolvió a pasar el fin de semana donde su familia y no ha podido volver. Tal vez no vuelva hasta el final de este mes si la situación mejora. Esto me deja a mi sola en un apartamento destinado para dos personas, no muy grande, pero lo suficiente para no sentirme tan encerrada. Sé entonces que a pesar de todo mi situación es privilegiada. Pero pienso en los estudiantes o en la gente que vive en cuartos de menos de ocho metros cuadrados donde el encierro debe golpear más fuerte.

Mi rutina no ha cambiado tanto como me lo hubiera esperado, y es que me doy cuenta que la rutina siempre se me hace necesaria así me hastíe con el tiempo de ella. He construido entonces la mía durante esta semana. Trabajo a distancia sólo tres días a la semana y el resto lo tomo para estudiar, para leer, para ver The leftovers, serie que todo el mundo me había recomendando antes y no había tenido tiempo para verla. Y es que si hay algo que me ha mostrado estos días de cuarentena es que lo que sí hay es tiempo. Me pregunto entonces qué es lo que hago con mi tiempo cuando me quejo que el tiempo la tiene contra mí. 

Pero, sobre todo, he tenido tiempo de no hacer nada, de escuchar el silencio y pensar. Me he sentido como el personaje de Un hombre que duerme de Perec, me he encontrado incluso trazando líneas en el techo, líneas que llegan a donde están los que extraño, los que pienso, líneas que traspasan los limites de mi cuarto, de mi apartamento, que salen a esta Paris vacía y desolada y que trazan incluso un mapa hasta Colombia donde están mis otros amigos y familia. Y es así que me doy cuenta que la soledad no me mata, no me incomoda porque tengo, de lejos, a veces ya muy lejos, gente que pienso y gente que también me piensa. En esta semana que pasó hablé con muchos amigos y familiares con los que tenía muy poco contacto, pero sus mensajes de aliento y su preocupación me hicieron sentir que mi casa solitaria se iba, poco a poco, llenando. También, en estos días es costumbre asomarse a la ventana a las ocho en punto a aplaudir conmemorando el esfuerzo de todo el equipo médico que lucha para hacer frente al virus. Cada día que salgo a aplaudir me conmuevo, aplaudo entre lágrimas de felicidad que me demuestran que en todo esto estamos juntos, que de pronto hay gente sola como yo, pero desde nuestras ventanas nos reconocemos y nos damos entre todos aliento. 

También han sido días de mucha angustia y cómo no, de honda tristeza. El otro día miré un video que me dejó desolada: una camera se paseaba por los oscuros pasillos de un hospital en Italia donde camillas y camillas se agrupaban, por falta de cuartos. Mostraban a cuerpos postrados más del lado de la muerte y de nuevo escuché el frio silencio. Mencionaban también que todos, si morían, iban a ser cremados sin posibilidad de ver a sus seres queridos, pensé entonces que en estos días no podíamos pensar más que en la muerte, que no había distracción alguna para alejarnos de lo más cierto que existe. Pensé en la vida de esos cuerpos ya sin nombre, vidas que nadie se iba a tomar el tiempo de llorar. Pienso ahora en lo que vendrá cuando esas familias puedan salir y hacer su luto, pienso cuando todos podamos salir de nuevo a vivir el mundo que ya es otro, si esa solidaridad que siento con mi vecino seguirá presente, si aún vamos a seguir siendo capaces de vivir después de haber convivido tan cerca con la muerte. Me gusta creer que sí, que aún podemos tener esperanza en que el hombre es bueno y que esta sociedad que ya sufrió, no sabrá corromperlo más. 

Llevo ocho días en cuarentena y todos aquí en Paris nos preparamos para la otra que viene. Talvez mañana el presidente anuncie otra semana más pero sea lo que sea, espero seguir aferrándome a mi esperanza. 

lunes, 16 de marzo de 2020

Cuarentena I: Despedida

L'amour et Psyché- François Picot 


Nos había condenado al olvido
Porque entre nosotros, sólo estaba yo.
Y a ti te encontraba sólo en el segundo, pero aquí sigo
 intentando fabricar del momento lo eterno.

Ahora que afuera no hay nada más que caos,
siento respirar la muerte cada vez más cerca,
barullo y gritos, son mis palabras que te buscan a lo lejos 
y cada vez que creo que te toco te encuentro cerrando tu frontera.

En tiempos de encierro y cuarentena
He aprendido a vivir con mi silencio,
conmigo y todas las versiones de mi misma.
Me digo que puedo sobrevivir a la soledad y saludo de nuevo al silencio. 

Pero miento porque este poema te busca, 
te dibuja,
te evoca,
y así Intento fabricar de mis palabras algo que me acerque a ti…

Y sí, voy a sobrevivir lejos de tu piel…honda selva de deseo. 
Pero en mí cargo siempre un último hasta luego.
Y que esta distancia sea la muerte que me haga olvidarte,
Porque te pienso, con amor y odio, aquí te pienso siempre. 

domingo, 1 de marzo de 2020

Mi primer recuerdo

I and the Village- Chagall

Estaba leyendo W ou le souvenir d’enfancede Perec. Aunque Perec insistía que nunca había tenido infancia, el primer recuerdo siempre lo recorría. Intenté entonces desatar todos los hilos que componen mis recuerdos y llegar al primero que lo originó todo, al kilometro cero de mi vaga memoria; pero no pude más que recordar ese pasado que había inventado de mi infancia por la memoria de mi mamá, de mi papá, de mi familia.

Me acordé del relato de mi nacimiento, una bebé nacida tres meses antes de lo esperado. Tan pequeña que cabía en la palma de la mano de mi padre, tan frágil que para alimentarme tenían que hacerlo por jeringas. Pensé en esa bebé frágil dentro de la incubadora, una imagen que nunca me pertenecerá y que sin embargo protagonizo en la memoria de algunos.

Pensé en lo que sucedió después, en mi vida en Leticia con tan solo meses, aprendiendo a caminar y según la memoria de mis abuelos, perdiéndome en el jardín de la casa, tan grande como la selva misma. Seguí la cronología de esos años que no me pertenecen del todo y llegué de nuevo a Bogotá donde vivíamos en la casa grande de mis abuelos, una casa que sigue siendo para mí una torre de babel. Mi mamá se había mudado de nuevo a la capital porque el clima me había afectado. Los pulmones de esa bebé frágil no se habían desarrollado como debían y la humedad no hacían más que enfermarla. 

Llego a Bogotá y es aquí donde mi memoria empieza a coger raíz. Me acuerdo a la perfección de mis primeros años en el jardín, de mis tardes con mis abuelos y mi primo Santiago, jugando en cada habitación de la torre de babel (y en este párrafo me permito hablar en presente porque caigo así en la melancolía, el único refugio que tiene el pasado). Pero todos esos recuerdos están lejos de ser el primero…

Mi primer recuerdo- que tal vez no sea el primero, pero la literatura me permite las mentiras piadosas- es estar en una mañana fría y con lluvia mirando por la ventana del hospital donde yo estoy hospitalizada. A mi lado está mi abuela Corina y las dos no hacemos más que mirar por la ventana. Estamos en un piso muy alto porque el cielo se ve más cerca que el piso. Desde lo alto se ven los gigantes cerros donde se hunde Bogotá, y abajo, muy abajo, se escucha el sonido de una ambulancia. Apunto con el dedo hacía abajo, emocionada o aturdida por el ruido, y mi abuela me abraza de nuevo y susurra algo en mis oídos. Hasta aquí llega mi primer recuerdo, pero de nuevo acudo a la ficción que es mi salvación y alargo aquel recuerdo de infancia. Me imagino entonces que mi abuela se acerca, me abraza y me susurra en el oído: Aquí estoy contigo. 

Sigo imaginando y se me ocurre que no es cierto que he olvidado el sonido de su voz y que aún me dice, después de años de su partida: Aquí estoy contigo.