lunes, 20 de julio de 2020

Venecia, laberinto

Tintoretto-El laberinto del amor
Tintoretto-El laberinto del amor


   

Venecia rima con inercia, Persia, Grecia, pereza, belleza. Venecia, después de conocerla -como la puede llegar a conocer un turista- rima con: LA BE RIN TO.

 

Yo había decidido visitar Venecia arrastrada por el encanto que la encierra y tenía en mi imagen una ciudad-isla atrapada en el tiempo. Lo confirmé cuando llegando en el tren por un momento sentí que los vagones se convertían en las piezas de un barco. Rodeado por agua, el tren seguía su curso a toda velocidad. Era un viaje que hacía sola y como cuando se va sin compañía, la mente tiene mas tiempo de divagar y construir sobre la nada, mis expectativas ya sobrepasaban la realidad. Apenas salí de la estación de tren vi el río, los puentes que unían el otro lado de la ciudad, los turistas-aunque éramos pocos porque el verano ya estaba lejos- que parecen ser los únicos habitantes de la ciudad-sueño. Caminé hasta el hostal que no quedaba lejos, dejé mi maleta y sin saber mucho qué ver ni a dónde ver, salí a contemplar la ciudad-museo.

 

Recuerdo que lo primero que hice fue coger un bus- que en la ciudad son barcos- para poder tener una mejor vista de todos los canales que la rodeaban. Me pasa seguido que ante el enigma de la belleza me quedo sin palabras y me invade rápido una melancolía alegre, un llanto de felicidad. un sentimiento sin nombre que bien podría ser equivalente a sentir el infinito, siendo nada más que mortal. Y así me sentí frente al enigma que era esa ciudad-selva. A mi pesar, no tenia ni el dinero ni el tiempo suficiente para visitar museos ni catedrales, así que había decidido aprovechar al máximo aquel día. Ya en la noche, seguí con mi vagabundeo y decidí que era momento de dejar las calles más transitadas e ir adentrándome más en el estómago de Venecia.

 

Comencé entonces a caminar con calles cada vez más estrechas, sin mucha iluminación y poco transitadas. Al principio abracé esa calma que hacía rato no me habitaba y seguí caminando sin darme cuenta que ya no sabía dónde estaba, que había caminado para perderme, pero no traía conmigo el hilo que me sacara de este laberinto. Después de caminar en silencio sin encontrar a un solo turista-monstruo me asusté, me di la vuelta y empecé a desenredar todos los pasos que había hecho hasta ahora. Sin ver nada conocido sentí que estaba ahora caminando en círculos y cogí mi celular para buscar el camino de vuelta al hostal. En ese momento me di cuenta que Venecia no sólo era un laberinto para mí, pero incluso, hasta para la tecnología. El mapa me mostraba un camino equivocado y calles que ni siquiera existían: me mostraba un puente inexistente en un lugar donde no había nada más que el río. No recuerdo mirar la hora ni cuánto tiempo estuve caminando aquel laberinto, pero sentí que había pasado toda la noche buscando la salida. Me reí de mi misma porque me había perdido de la manera más estúpida y seguía asustada estando de viaje ¡en una ciudad con la que había soñado!

 

En un momento me detuve, ya estaba cansada de arrastrar los pies y a decir verdad el miedo conjugado con la alegría e ironía de la situación me habían dejado agotada. En ese momento pensé en Borges y su laberinto veneciano y me dije que el arquitecto que había levantado esta ciudad había de ser él con cada verso. No sé si fue el pensar que estaba atrapada en una ciudad-poema o por el hecho de que en realidad el miedo albergaba cada poro de mí, pero en cuestión de segundos había pasado de reír, a llorar del desespero y el sin sentido de la situación. Durante todo este tiempo- que bien pudo ser quince minutos o tres horas- no recuerdo haber visto a una sola persona. Caminé por una Venecia desolada, sin tiempo, cubierta de misterio y silencio.

 

El final de este cuento no contiene un desenlace increíble, si soy fiel a la literatura puedo escribir que de mi desespero golpeé en la primera puerta que vi pidiendo ayuda, que la persona que me abría era el mismo Borges, un amante que me ofrecía la salida en sus besos, una familia que me acogía y después de un festín me acompañaban devuelta al hostal. Pero debo ser fiel aquí a mis recuerdos, después de sacar la angustia que tenía y retomar mis pasos escuché a lo lejos a un grupo de personas y decidí alcanzarlos. Para mi sorpresa, aquellos turistas estaban en la misma situación que yo. Llevaban ya un tiempo buscando un puente para cruzar al otro lado. Sin embargo, sólo el hecho de encontrarlos me tranquilizo. Seguía perdida, pero no sola, como oveja que sigue el rebaño. En el camino encontramos a una persona que nos mostró por dónde ir y nos llevo hasta un puente.  Es así que el final de esta historia no es trágico, ni mágico ni increíble, pero sí lo es aquella ciudad-agua que reposa en mis recuerdos.

 

 

 

 

Diario- Venecia 20 de Septiembre 2017

 

Porque voy de viaje en busca

De lo que he perdido

De lo que he dejado,

De lo que no he encontrado,

De lo que no he visto.

Porque voy en busca de lo que no conozco:

Del amor,

de la magia

de amigos

de amantes y muelles.

Porque voy en busca

De mí,

De lo que no he sido,

De lo que quiero ser.

 

…Venecia está hecha de laberintos, cada una de sus calles llevan a ningún lugar y al paraíso. Siento que Borges escribió esta ciudad o la ciudad a Borges. Venecia me ha devuelto las ganas de volver a escribir, de dejar salir todas las palabras que llevo adentro de mi lengua pero que mi voz muchas veces traiciona.