domingo, 28 de octubre de 2012

Cuentos sin contar

La ciudad de los cuentos sin contar limita: Al norte,con la imaginación; al sur, con el olvido; al oriente,con la pereza y al occidente, con la voluntad. Los habitantes son como los de todas las ciudades. Hay quienes son tristes, otros alegres.Los que sufren por amor y por soledad nunca faltan, los odiosos,envidiosos y asesinos  también viven en está ciudad llena de matices diferentes. ¿cuál es entonces el punto de equilibrio?¿Qué hace que no se viva en un total caos? ENCONTRAR UN FINAL. Todos son ideas vagas y prototipos de cuento.
Los más holgazanes deciden siempre ubicarse cerca a la pereza, evitan ponerse a buscar algún buen desenlace para su historia y se disponen a dormir. Resultan viviendo en el sur, EN EL OLVIDO. Aunque buscar un buen final no es tarea fácil, requiere de una búsqueda implacable y un labor arduo de horas, días y hasta años. Hay unos pocos que deciden emprender el viaje, ir talando poco a poco los árboles del silencio; contaminantes del ozono, y por fin llegar con el premio mayor. 
Cuando ya se cuenta con un final sigue otro proceso complicado. Llegar a la tierra prometida. Atravesar el bosque  de los silencios prolongados y el campo de "la mutilación de la fantasía".  La vida de un cuento antes de nacer, de ser contado es largo como se podrán dar cuenta. Cada 2 o 3 días el avión de papel visita a la ciudad y uno de los habitantes logra subirse, solo uno entre miles. Y cuando no lo hace, los cuentos empiezan a protestar, hacer huelgas y gritar desesperados para que por fin el motor del avión se asome y los dirija hacía el lugar  soñado, atravesando los limites de lo establecido para ser escuchados y leídos. 
Cuando el avión va a aterrizar nadie sabe el lugar donde lo va a hacer. A lo mejor puede llegar y golpearte a la ventana y decirte: Vení, te vas conmigo o cogerte por la espalda caminando por la calle con las bolsas llenas de comida. Nunca se sabe cuando es el momento. 
El cuento elegido celebra de diferentes formas, unos lloran, saltan del alegría, ríen hasta que el estómago les duele, otros solo callan y muestran una cara de prepotencia frente a los demás, estos últimos suelen ser los cuentos más feos, que no resultan. Al divisar tierra firme la tinta está a la espera y a la expectativa, para escuchar taciturna sin dar su opinión, dejando hablar al habitante de la ciudad de los cuentos sin contar. 
¿Qué sigue de aquí en adelante? Encontrar posada en algún lector. 

lunes, 15 de octubre de 2012

Abuelos todos para abuelos.



Lo a nosotros vuelven
término más quien connotación
amigos cambian, lástima.
Abuelos todos para abuelos.        
                                                     
                                                     
                                                   

Nos no que mayores.
Continente, Maria Avila, dice
hay en los tanto sé
porque ni digan no nos una 


 Han su contactos gusta
 tiene ella casar mayores.
Todos son de el y los abuelitos
 las cosas que abuelos pesa
 que grupo es de para él
 que son que 



                                                                                                    Poema dadaísta
                                                     incomprensible por la gente vulgar 

martes, 9 de octubre de 2012

Él vino y se fue




Marta se para con un movimiento demasiado brusco sin tener una real conciencia de lo que está haciendo, a causa de las varias copas de vino que ha tomado. En el poco sentido que le queda se dirige hacía al baño para mirarse llorar y sentir pena de si misma. Al volver echa un profundo alarido que rasga con la inocencia de sus hijos y los despierta de su irrealidad. Al llegar al comedor ve la copa ahora vacía, y una mancha roja sobre el mantel blanco junto a la nota que su esposo dejo, ahora borrándose un poco por el vino. Lo que presencian sus ojos no es la bebida sino un río sin caudal que no alcanzó a arrastrar su honda tristeza y la rutina de sus días. Los hijos de Marta la tristonga, salen asustados porque saben que este grito se acerca culpándolos de un grave delito que no cometieron, pero antes que Carlos  y Juan salieran a correr y detrás de ellos la chancleta hambrienta; a Marta no le molestaba la rutina, no había conocido el sabor del vino y mucho menos el de una tristeza tan amarga.

Todo marchaba bien para la ama de casa con un marido que nunca estaba para mostrarle algún gesto de amor. Para Marcos, ella era una esposa en el  total sentido de la palabra, una atadura en su vida. Marta no lo sabía o pretendía no saberlo para hacer de su vida algo más llevadera y para evitar esa coquetería  con la melancolía que nunca le había llamado la atención.  Sus hijos vivían en otro mundo ubicado a varios kilómetros más allá del de sus padres. Cuando ellos decidían visitarlo, claro está, en momentos diferentes, el mundo se veía asediado. Sus padres eran recibidos como los grandes monstruos decididos a acabar con la diversión creada en sus cabezas.

Marcos no se engañaba y ya venía planeando una salida, construyendo la llave para escaparse de la esposa o al menos para darle un pequeño susto. Él era un poco mayor a Marta pero sus facciones mostraban otra cosa. Además, la garganta de su vida necesitaba siempre grandes sorbos de alguna aventura que lo refrescara y al hacerlo a espaldas de su mujer lo llenaba de más satisfacción. Poco a poco se dio cuenta de la cobardía que había en estos actos. Al llegar la hora de dormir juntos  se establecía una muralla  que los separaba. A Marta no parecía molestarle, solo al asomarse y ver que del otro lado estaba alguien la aliviaba pero Marcos siempre tuvo el deseo de colocar más ladrillos para que ya no pudiera verlo.
Marcos al despertar  siente que toda la asfixia de la rutina lo carcome y lo deja sin respiro. Ve a su mujer y no siente nada más que pesar. Ya tiene la llave y puede zafarse. Alista una maleta con cosas provisionales. No sabe bien a donde va pero le importa poco. Antes de salirse de todo este embrollo deja una nota en el comedor que dice: 

                    - Adiós Marta. No hay espacio para dos en esta cama.