domingo, 24 de septiembre de 2017

Esbozo de una vida sin testigos II

Segundo Trazo

Todas las mañanas acostumbro atravesar el parque Monceau para coger la línea 2 del metro que me lleva, en 30 minutos, en  1800 segundos, al trabajo. Todas las mañanas, la figura de aquel viejo señor bigotudo y barrigón me esperaba. Era mi señal para saber si iba a tiempo. Si al pasar por su banca lo veía empacar todas sus cosas, una vieja  cobija que guardaba en una bolsa y un libro…siempre un libro diferente, iba a tiempo. Si al pasar ya no estaba sabía que el tiempo me había puesto una trampa y tenía que empezar a acelerar el paso. 

Statue and Figures in a Street- Francis Bacon 

 Aquella figura de viejo borracho sin hogar en realidad se revelaba como una figura imponente llena de misterio  para mí. Al verlo sentado leyendo en su única posesión en la tierra: una vieja banca que le servía de colchón, de cama, de cocina, de sala y biblioteca, me acordaba de toda figura paterna que siempre imaginé y nunca tuve. El pasaba por mi abuelo y hasta por mi padre. Me pregunto qué pudo haber pensado de mí, si es que alguna vez me vio. ¿Acaso al verme me habrá imaginado una mujer feliz o una llena de silencio y soledad?  A lo mejor ni me habrá visto. Pero sí, lo recuerdo muy bien. Una vez nos sonreímos y hasta creo haberle entendido un vago “Bonjour mademoiselle” saliendo de esa cueva que al abrirse mostraba pocos dientes.

Cuando yo regresaba del trabajo, alrededor de las nueve de la noche el sol todavía iluminaba la noche y podía atravesar el parque con toda tranquilidad. El señor Dupont a esa hora ya estaba en su palacio. Así que para mí ese desconocido era una especie de reloj, una señal que abría y cerraba el curso de mis días. Tuve alguna vez ganas de seguirlo para descubrir en qué ocupaba sus días, ahora me arrepiento de nunca haberlo hecho. Tal vez iba a un baño público a lavarse, quizá después iba a vender el libro que ya había terminado de leer e intercambiarlo por otro. Después se escabullía en el universo subterráneo que esconde París pidiendo algo de dinero para comprar su desayuno, su almuerzo y su comida: cigarrillos, pan y vino.

Esa noche cuando ya regresaba del trabajo vi que François ya dormía. Miré la hora y confirmé que había salido una hora más tarde de lo habitual, de regreso solía encontrarlo todavía despierto a veces leyendo, a veces acompañado de alguien más, siempre tomando cerveza o vino de la botella. Miré al cielo y también confirmé que el sol del verano ya estaba lejos y la noche nos abrazaba a ambos, asfixiándonos un poco. Me sorprendió que mientras dormía su cuerpo no estuviera sudando, el calor a esa hora de la noche parecía no dar tregua.  Decidí acercarme un poco más, lo suficiente para notar que su rostro estaba pálido. Pensé que era normal en él, a todas estas era la primera vez que me atrevía a romper la frontera entre extraños que nos separaba.  Mientras dormía parecía que abandonara por completo toda humanidad así que me sentí en el derecho de vigilarle un poco el sueño.

Me senté a su lado esperando a que regresara  a la vida, que abriera los ojos y me viera. Tal vez me respondería a todas las preguntas que tenía sobre él y aceptaría la poca ayuda que podía darle: mi más sincera amistad y por qué no, los únicos 20 euros que tenía en la billetera. Vi que había dejado el libro al lado suyo y no pude evitar abrirlo. Estaba leyendo el mito de Sísifo de Camus, un escritor que yo conocía de nombre. Ya estaba terminándolo, lo abrí y la primera frase que leí fue “No hay sol sin sombra, es necesario atravesar la noche”. Empecé a leerlo sin comprender mucho a decir verdad, la ansiedad  de verlo despertar me distraía de todo. Miré de nuevo la hora y ya faltaban diez minutos para la media noche. Me di cuenta que François ya estaba bien dormido y probablemente no se fuera a despertar hasta el día siguiente así que decidí irme también a acostar, prometiéndome que  le hablaría por la mañana diciéndole: Buenos días señor Dupont. “No hay sol sin sombra, es necesario atravesar la noche”.

Al día siguiente pensé que iba ya muy tarde para el trabajo porque no lo vi en su banca ni en ninguna otra. Miré de nuevo la hora y me di cuenta que de hecho tenía tiempo de sobra, tal vez las ganas de entablar esa conversación que había quedado pendiente entre los dos me habían hecho salir más temprano. ¿ A dónde se había ido el señor Dupont?  Nadie podía darme señal de un desconocido que nadie parecía conocer y que sin embargo hacía parte del paisaje cotidiano de todos aquellos que atravesaban el parque. Sin más y con nada menos que mil preguntas en mi garganta caminé hacía el metro y ahí fue cuando vi este anuncio.Ahí fue cuando me dije que François Dupont no podría ser más que el viejo bigotudo y barrigón del parque Monceau. Ahí fue cuando los llamé y vine. Como se da cuenta, yo la verdad no sé nada de este señor, sólo vagos esbozos de su vida que me he inventado.

Primer trazo 
http://cuentossincontar.blogspot.it/2017/04/esbozo-de-una-vida-sin-testigos.html 

miércoles, 20 de septiembre de 2017

Identidad

Les nymphéas - Monet


Pertenezco a una ciudad agua 
de laberintos infinitos donde todos
se pierden y se encuentra renacidos.

Soy de una ciudad libro 
donde cada calle es un verso estrecho
y donde el río escribe un eterno
poema contra el tiempo y el olvido.

Vengo de una ciudad máscara
donde mi identidad la escondo
y puedo ser todas las caras del mundo

Vivo en una ciudad sueño 
de puentes que unen tierra y cielo,
donde nado buscando el trazo del pasado
y este presente que se me escapa de la mano.