jueves, 26 de diciembre de 2019

Hoja en blanco


Girl with leave- Lucian Freud 


Me falto sentirme completamente sola 

Un diciembre sin festejos ni rituales,

Sin besos de mi madre, 

ni un abrazo de mi padre

Para temerle un poco al silencio, 

A una sala de cine oscura y desierta

Donde mis lágrimas se convertían 

En las furiosas olas que hundían aquel barco.

Me falto sentirme completamente desolada

Para ver en el blanco de esta hoja

Una curva seductora, alzar mi mano

Y trazar mi lengua…rozar de a poco un verso. 

Me falto sentirme completamente derrotada

Un jueves en Paris con aguacero,

Pensar en la muerte como un descanso,

Si en la vida todo está siempre lleno de silencios.

Pero la hoja en blanco no acaba, 

Y las sirenas en la noche, de lejos, resuenan,

Me dicen que hoy no es jueves, 

que hoy no muero.





domingo, 27 de octubre de 2019

Perra callejera

Perro Semihundido- Goya 

Volví a Bogotá después de casi dos años. A decir verdad, regresar a la ciudad siempre me cuesta porque me doy cuenta que todavía no encuentro mi hogar, me doy cuenta que esta ciudad no es mía y que nunca lo ha sido. Tampoco lo es Paris, ciudad donde he vivido por los últimos cuatro años. 

Una tarde que caminaba hacia la casa de mis padres -que para ser honesta, ahora se siente como un hotel de lujo, lejos de lo que fue mi refugio de infancia- vi un perro de la calle, un chandoso pulgoso, como los llamamos en Colombia. Era un criollo, pero podía pasar por un famélico labrador. Caminaba al frente mío con ímpetu y gracia, sabiéndose dueño de las calles y mejor aún, de su propio destino. Al verlo pensé en la novela de Daniel Pennac que había leído cuando pequeña, la historia trágica de un perro de la calle que después de una larga travesía, lograba encontrar un hogar, sólo que este perro se veía a gusto en su vagabundeo solitario. 

Por un segundo admiré con recelo su libertad y quise ser yo también perra chandosa pulgosa vagando en las calles de una ciudad ya desconocida para mí. Pero pronto esos celos se convirtieron en compasión y pena. Su caminar se me hizo de pronto conocido y supe qué era lo que aquel perro buscaba. Ya no era un perro libre, era un perro perdido sin hogar. En su andar me vi identificada, me sentí como aquel perro callejero que va en busca de calor, de un sitio para poder llamar hogar. Tal vez es una licencia literaria que me permito y un símil empujado hasta el limite, pero en una tierra que debería sentir mía, me sentí una perra sin hogar. Ahora que volví a Paris y escribo estas líneas en un día de octubre frio y lluvioso, la imagen de aquel perro solitario sigue conmigo. En esta ciudad sin perros callejeros, yo sigo siendo una perra solitaria en busca de un hogar…

Mi sueño siempre ha sido hacer de mi vida un viaje, y espero poder verme como una perra solitaria dueña de mi propio destino, sin dueño…y darme cuenta que el hogar que tanto busco lo habito dentro de mí, donde vaya. 

miércoles, 9 de octubre de 2019

Isla de Creta


Egon Schiele- Couple d'amant 1918 


Respiramos una distancia infranqueable, 
Y aun así, nuestra piel forma tormenta.
De un paso, siempre estamos cerca, 
                                               de la caída 
                                                                                inevitable.

A pesar del vértigo, de frente al abismo, 
  sin miedo
Me decido entonces a cruzar hacia tu lado.
Y Sin llegar ya me entrego 
A la exquisita caricia del desasosiego.

Me lanzo a un viaje eterno,
Me visto de Odiseo tratando 
de enfrentar la furia de tus aguas,
y venzo al ciclope que cae a mis espaldas. 

Después de la muerte de las horas
por fin traspaso tu frontera.
En secreto atraco,
sin bienvenida ni fiesta, 
en tu custodiada Isla de Creta.

Pirata, emigrante, ilegal soy 
                                            en tu isla 
                                                                     solitaria 
                                                                                                        inhabitable... 

domingo, 29 de septiembre de 2019

Los testigos de la muerte

Francis Bacon

Miro el reloj y como siempre viene tarde. Pero en mí la espera se mueve en otra lógica. Nunca rosa con el desespero ni la rabia. Para mí la espera ya no es un tiempo muerto. Antes la saboreo imaginándome su lento y distraído caminar. Falta poco para nuestro mejor momento del día, así que no debe tardar. Quedamos de encontrarnos en el mismo lugar de siempre, donde nos conocimos hace ya más de tres meses. Es un rincón junto al río donde se contempla el atardecer cayendo sobre el inmenso domo de la basílica. 
¿Tienes fuego? Me dijo de una en español, adivinando que era extranjera, viajera en tierras ajenas. Se prendió el cigarrillo y Pablo empezó así, en cada encuentro junto al río, a revelarme un pedazo de su vida y yo armando su rompecabezas. De Valparaíso me vine a hacer un intercambio de seis meses pero ya llevo aquí cuatro años. Y ¿sabes qué? Cada día esta ciudad crece un centímetro más. Tú crees que ya te la sabes toda, que ya la dominas pero después ella viene por detrás y te susurra bien despacio “No te dejes engañar”. Y si Roma era ese monstruo desconocido para él, Pablo era para mí Roma, un territorio parcialmente conocido. 
Nunca me ha dicho su edad y a su favor tiene esos rostros sin años que bien podrían tener veintiséis o treinta y ocho. 
“¿Sabes que “persona” significa mascara? De verdad que todos no somos más que máscaras y ese mar de rostros desconocidos que cruzamos en el metro, en la calle, aquí entre tú y yo son sólo la superficie de algo más profundo que la piel.”
 No es que yo me acuerde de todo lo que Pablo me dice sino que todo lo tengo escrito. 
Había creado la costumbre de tomarle una foto cada vez que nos encontrábamos, en cada foto siempre se ve el río de fondo y el atardecer a punto de caer. Detrás de ellas voy recolectando los pequeños misterios que me revelaba sin querer, así que de Pablo tengo ya cuarenta y cinco fotos, cuarenta y cinco misterios descubiertos. Mi favorita hasta ahora es la primera que le tomé cuando nos conocimos. ¿Te molesta si te hago una foto? Así con el atardecer detrás. Y escondiendo una sonrisa que después de cinco fotos aceptó darme se ve a Pablo feliz. Después de tomarnos un par de cervezas me invitó a su casa y accedí. Nos acabábamos de conocer pero yo ya lo sentía cerca. Tal vez fue porque mi soledad ya llevaba un tiempo pesándome en el alma y él estaba ahí, sin pedirme nada, listo a escuchar mis silencios. 
Pablo vive en Monti, cerca de la estación Cavour. Vive en un apartamento que comparte con otros latinoamericanos. Así conocí a Marcos, un peruano que es chef. A Helena, otra chilena que andaba haciendo un master en arquitectura pero nada que acaba con la tesis que empezó hace dos años. Y a Víctor Hugo, el gato poeta que se les había entrado al apartamento y ninguno lo pudo volver a sacar. Todos se habían conocido en el bar donde trabaja Pablo,  él es entonces el punto de unión entre todos, aquel que había construido esa pequeña américa latina. 
Miro el reloj y ya viene más tarde de lo normal. Me empiezo a preocupar y lo busco entre el mar de turistas que se posan en el puente y así trate de ver la sonrisa de pablo anunciandome su llegada no veo más que extraños. Llamo al bar y me dicen que se ha ido ya hace una hora. No tengo más remedio que esperarlo y desear que el atardecer no se nos escape. 
No sé si han pasado quince minutos o una hora pero de lejos lo veo venir. Pablo no me busca porque sabe bien que estoy aquí esperándolo.  No me busca y será porque nunca me ha perdido. Yo en cambio, busco su mirada y vigilo sus pasos que se dirigen hacía el puente donde estoy, pero pronto veo cómo se va alejando. Sigue derecho hacía el otro puente justo enfrente. El sol da sus últimos adioses y Pablo aún sigue sin reconocerme. Lo llamo una, dos, tres veces. Pablo, Paablo, PA     BLO  y mi voz se va perdiendo entre toda la gente que pasa. 
Pablo sigue sin verme y mientras corro donde está lo veo subirse sobre el muro del puente. Mi grito llega tarde y se confunde con su rápida caida. Su cuerpo rompe con el agua. Todo se detiene. 
Escucho gente que se une a mis gritos y otros pidiendo ayuda. Me dirijo sin pensarlo abajo del puente tratando de seguir su cuerpo que se va flotando, uniendose a la comunión del rio y el misterio. Corro mientras toda la gente alredor hace lo mismo, tratando de caputar su cuerpo consumido ya por el Tivere. Continuo corriendo siguiendo la dirección del agua, tratando de conseguir algún rastro de su sombra pero es imposible. La policia me detiene y me dice que es inútil seguir corriendo. Extraños me abrazan y entiendo que los vivos frente a la muerte no son más que inutiles testigos. 

domingo, 5 de mayo de 2019

Sueño que soñé ayer o hoy



Remedios Varo- Creación de las aves 


Anoche soñé con agujas clavadas en lo profundo de mis pies. Seguía caminando a toda prisa siendo consciente del dolor sin ser capaz de agachar mi mirada. ¿Dónde estaba? ¿A dónde iba con tanto afán? Lo ignoro. Solo sé que después de un momento, que en los tiempos de los sueños pudo haber sido un segundo como una hora, me detuve. Poco a poco fui bajando mi mirada hasta mis pies que sangraban y con un valor que todavía me sorprende, fui capaz de sacar aguja por aguja, agujas enterradas en mis pies. 

Me levanté aturdida, más que por el sonido del despertador a las 6 y media de la mañana un Domingo, por este sueño que no sabía si llamar pesadilla o metáfora para enfrentar el paso incesante de los días. Un sueño o la voz de mi subconsciente diciéndome: Diana, detente. ¿No sientes las agujas clavadas en tus pies? ¿vas a ser capaz de detenerte y arrancarla una por una o seguirás corriendo enterrándolas más, recogiendo más en el camino? Me levanté, contemplé mis pies descalzos por un breve minuto y sin tiempo para reflexionar me alisté corriendo para el trabajo. 

Ahora que el día ya se acaba este sueño que soñé ayer o hoy no me deja. Yo que creo en horóscopos y otras mentiras como el amor veo en este sueño una especie de presagio. Hoy no siento las agujas en mis pies, pero en mi boca, en mis muelas, en mis dientes, en mi lengua. Las agujas las tengo clavadas en la punta de mi lengua. Ahora que el día se acaba puedo por fin tomarme el tiempo de parar y enfrentarme a ellas. Me detengo y pienso cómo poder sacarlas y la respuesta me llega al instante y me siento a escribir : "Anoche soñé con agujas clavadas en lo profundo de mis pies". 

Todo esto para decir y darme cuenta que escribir es mi parada, es la pausa que tengo para retirar esas agujas, una a una.  Escribir me salva de hablar y de sentir el punzón de las agujas. Escribir para arrancar las agujas en mis pies y en mi lengua, las espinas en mi alma. 

miércoles, 27 de marzo de 2019

Retrato: Tiempo

Edward Hopped- Automat

La espera y contínuo 
alzando puentes sobre 
la nada                                           




La espera, clavada                             
en cada poro                                     
de mi alma. 



La espera, vana esperanza
de que el tiempo se doblegue
que sea ría infinito, 
agua sin pasado .


Porque  
                 
                                                                                                                              espero
                                      
                                               aquí,  
                                     
      sentada, 
              
                                                       la 
                             
                  
                              caída 

 de 

                       las  


                                           horas,
                                                                      
                                                                       el 

                                                                                  estruendo 
                                                                                                              

                                                                                               del 
                                     
             segundo.





lunes, 7 de enero de 2019

Trampa


Magritte-Disonancias

Mi destino lo trazaron manos ajenas 

Que siguen escribiendo sobre mis pasos. 

Quiero ir adelante pero ellas me llevan atrás,

Quiero retroceder y me empujan más allá, aún más allá.


Me doy cuenta que este poema es mi propia trampa 

porque aunque no quiera se escribe bajo su dictado.

Pero no me dictan versos de los dioses malditos,

no escucho a Baudelaire ni transcribo el barco ebrio.


Les pregunto si es Vallejo quien ya escribo 

mi muerte un jueves en París con aguacero. 

No contestan y me hacen escribir: MISTERIO. 


Me niego entonces a seguir escuchando

a estas musas de segunda 

pero mi libertad ya la compraron, 

esclava soy de estos malos versos