sábado, 11 de marzo de 2023

Perro semihundido


Perro semihundido - Goya 

Hace más de tres meses que visité el museo del prado y aún hoy, sigo caminando cada pasillo de el. Miento, porque no es cada pasillo, es para ser más precisa, una sola sala, una sola serie…un solo cuadro que quedó grabado en mí. Para decir la verdad, era mi única motivación para ir al museo: ver esa obra que tanto me conmovió cuando la vi en mi adolescencia…con la que tanto me identifiqué. 

No hablo de la magnitud de “Las Meninas” ni del espectacular “Jardín de las delicias” pero del simple y aún así conmovedor “Perro Semihundido” de Goya.


Cuando me encontré por primera vez con esta pintura lloré porque creí verme reflejada en ese perro solitario, hundido en su sola existencia y sin ninguna posibilidad de ser salvado. Cuando lo vi me dije: aquel perro semihundido soy yo, es un reflejo mío. En aquel momento, tendría probablemente dieciséis años, sentía que el mundo estaba fuera de mi alcance, que yo era el perro solitario mirando hacía arriba, hacia los otros, hacia la vida.

 

Ahora, diez años más tarde, he hecho las paces con mi soledad, que aún no me abandona, pero de la cual he hecho mi refugio. Ahora con otros ojos, miro al perro semihundido y no veo soledad. Se ha convertido en un símbolo de vida, y me parece que para Goya también.

 

La sala donde está esta obra, está diseñada para quedarse todo el día mirándola. Está junto a la serie de pinturas negras que representan todos los horrores de los que es capaz el hombre. Y en medio de tanta oscuridad, está el perro con ese amarillo cálido que lo arropa.

Al pararme frente a el, vi en su mirada una de mis palabras favoritas: esperanza. Sus ojos son oráculos donde se ve lejos de aquel hueco, lejos de su profunda soledad.

 

Pensé también en el titulo de la obra: Perro Semi-hundido…SEMI…el prefijo viene a salvarlo de su muerte. De hecho es un perro salvado, un perro bendecido porque rosa con los limites de los dos mundos: está cerca, bien cerca de tocar fondo y aún así, mantiene su mirada hacia la vida. 

 

Escribo esto sobre mi escritorio donde está la postal que tuve la obligación de comprar. La veo de nuevo y elijo seguir viendo ya no a un perro solitario sino a un perro salvado. 

lunes, 13 de febrero de 2023

Vuelvo a escribir

Woodcuts - Bryan Nash Hill 


Vuelvo a intentar escribir un poema, 

Que diga todos mis silencios,

Y hasta mis secretos,

Uno que me revele mis miedos,

Y otro que sea el espejo de mis sueños.

 

Vuelvo, de nuevo, a alzar mis manos

Y dejar que escriban lo que nunca digo,

Es mi único modo de defensa,

Ante la eterna guerra que guardo con mi boca.

 

Vuelvo, sí, a este refugio: hoja en blanco.

Porque aquí mi voz no tiembla

Y aquel delgado hilo

Se convierte en aguacero, lluvia,

                                                         TORMENTA.

 

Vuelvo, no me he ido, porque la verdad

Nada ha sido dicho.

Sigo dando vueltas, y de nuevo, el silencio.

Llega el turno, tal vez, de confesarme…

 

Yo confieso, entonces, que los días 

Se me van esfumando de mis manos,

Que mi vida la vivo adentro mío

Donde ya tengo cien años.

 

Vuelvo al presente porque no hay nada más allá

Y este poema se escribe 

En el latido de este segundo que ya se ha ido. 

 

Vuelvo…después de un año ¿o fueron dos o cuatro?

A este poema que creí había terminado.

Y confirmo que el punto final, siempre tan fatídico,

no es tan sólo muerte, puede ser también semilla.


sábado, 27 de agosto de 2022

Diario de insomnio II

L'Anniversaire - Marc Chagall, 1915



Debo confesarte algo.
Hoy pasé al frente de tu casa. 
No una, sino dos veces. 
No fue algo que haya planeado. 
No te preocupes, no soy ninguna stalker. 
Te pienso mucho y pienso muchas veces cómo sería volverte a ver. 
Pero no soy ninguna stalker. 
Lo de hoy fue entonces algo inesperado. 
Quise tentar al destino, al azar o a la casualidad. 
Tampoco me puedes culpar. 
Vives al lado de uno de los lugares más concurridos de la ciudad. 
Hoy fui entonces una más de las tantos turistas que, a menudo recorren tu calle. 
Además…no iba sola. 
Al entrar entonces por tu calle mil escenarios pasaron por mi mente. 
Ibas a salir de tu edificio, nos encontraríamos por pura casualidad, nos reconoceríamos…yo me hubiera puesto roja y una sonrisa muy grande se dibujaría en mí. Con sólo esto, ya sabrías que para mí el tiempo no ha pasado y que, a pesar de todos mis esfuerzos para olvidarte, nada ha funcionado. Que extraño nuestras idas a cine y a museos, nuestras conversaciones profundas e incluso más, las que rodeaban la cotidianidad…nos hubiéramos abrazado y discutido sobre la coincidencia de volvernos a ver. Yo te presentaría a la amiga que iba conmigo. Te diría que siempre es un placer verte y hubiéramos quedado para ir a tomar un café pronto y ponernos al día. 
Pero al pasar al frente de tu casa, no saliste. 
A pesar que no estabas, yo te vi a cada paso que di. 
Busqué tu moto entre los carros parqueados, pero tampoco la encontré. 
Imaginé entonces en dónde podrías estar. 
Te imaginé libre, feliz. 
Tal vez de vacaciones en alguna playa del sur. 
Me despedí entonces de ti y de la idea de volvernos a ver. 
Pero ¡volví a pasar! 
Una o dos horas después.
De camino al metro, volví a pasar al frente de tu casa. 
Y esta vez… 
Vi tu moto azul parqueada. 
Habías vuelto, ahí estabas. 
Volví a imaginar otro escenario. 
Nos volveríamos a ver,
Como si nuestras líneas del tiempo no se hubieran nunca separado. Como si a pesar de la distancia, nuestros cuerpos se seguirían reconociendo. Imaginé que entraba a tu edificio, subía las escaleras lo más rápido posible y sin más preámbulo, nos acostábamos en tu sofá. Sin decirnos nada. Tratando de saciar un hambre voraz. 
Pero no bajaste. 
Ahí estabas, arriba. 
Ahí estaba yo, abajo. 
Dos líneas tan cercanas, pero paralelas. 
Y ahora, en otro más de mis insomnios.
Te escribo esto, porque soy más valiente con la palabra escrita. 
Debo entonces confesarte algo : Hoy pasé por tu casa. 
Y en la puerta te dejé este amor que nunca pudo ser.

jueves, 25 de agosto de 2022

Diario de insomnio

 

Hotel room - Edward Hopper, 1931
Hotel room, Edward Hopper, 1931. 


Son la cinco de la mañana, y no me acabo de levantar. Llevo despierta desde las tres de la mañana tratando de volverme a dormir. Le he declarado una batalla al insomnio. Bueno, en realidad no. Soy una guerrera sin armas que acepta su derrota sin haber peleado. A decir verdad, desde hace algunos días que no duermo muy bien. Todo se debe a que volví a Paris hace poco…estaba en Bogotá, donde todo se vive 7 horas después. Si miro la hora en Bogotá, ahora mismo son las 10:04 pm. Es decir que yo me estaría apenas preparando para dormir…mientras que ahora, renuncio por completo al sueño y me aferro a este momento de silencio, donde aún no sale el sol. Me pregunto si seguiré mucho tiempo así. ¿Sería posible que mi organismo viva para siempre en un jet lag sin fin? Esta idea no me molestaría en lo más mínimo. Sería como esa historia del New York Times donde una señora vivía su vida en horarios diferentes a los demás. Por una condición médica, se veía obligada a dormir el día y vivir su vida por las noches. Cuando leí aquella crónica quedé completamente fascinada, más al ver su adaptación audiovisual en la serie Modern Love. Me imaginé viviendo exactamente al mismo ritmo y concluí que mi vida sería mucho más placentera así: podría trabajar en un bar de seis de la tarde hasta las dos de la mañana. Llegaría a mi casa, cansada, pero con la suficiente energía para escribir. Siempre he pensando que mi tiempo perfecto para escribir es la madrugada. Es el sólo momento donde me siento concentrada, esclava de lo que me dictan las palabras que salen de quién sabe dónde. Y creo saber porqué es. Es en el silencio de la noche donde mis palabras pueden ser escuchadas…yo que tengo una voz imperceptible, una voz tan delgada que muchas veces me tienen que decir que repita ¿qué dijiste, Diana? ¿Podrías hablar más alto? Con respecto a esto, debo decir que es una situación que me exaspera, que me saca de quicio. Hay veces que hablo con voz baja a propósito cuando me dicen que si puedo hablar más fuerte. Me dan ganas de decirles a todos: no, no puedo hablar más fuerte. ¿Podrías tú hacer el esfuerzo de escuchar mejor? En fin. Es sencillo. En el barullo del día mis palabras duermen mientras que ¡en el amanecer son tormenta! De hecho, Murakami vivió una vida un poco parecida. En su libro What I talk about when I talk about running dice que él empezó a escribir así, durante las madrugadas después de trabajar en su bar de jazz. Y aquí me pongo en evidencia y confieso que la vida que me imaginé la copié exactamente de lo que él cuenta en su libro. Para ser honesta, siempre pienso en aquel libro, intimidante pero genial. Es para mí un manual del escritor o al menos de todo aquel que aspira a escribir…como yo. Levantarse a correr diez kilómetros, sentarse a escribir otros diez kilómetros. 

Hablando de escribir, empecé a escribir esto con la intención primera de contar alguna historia. Me dije: Diana, tienes que aprovechar este momento de insomnio para entretenerte a ti misma, para contarte una historia. Y justo venía de leer Manual para mujeres de limpieza de la increíble Lucia Berlín, que escribe siempre de lo vivido. Como buena escritora principiante, quise imitarla y hacer el mismo ejercicio. Pensé entonces que podría escribir sobre algún recuerdo, sobre alguna historia increíble que me haya pasado… y pensé en una historia de amor que viví a medias, que pudo ser mía por completo pero que decidí dejar sin final, como todas mis historias de amor (ja ja)

Pensé en esta historia en particular porque me parece que es la única que tengo que sale de lo común. Cuando la reproduzco en mi cabeza me digo que lo pude haber tal vez inventado o que es algo que pasaría en una muy mala chick flick. En fin…tal vez la dejé para el insomnio de mañana porque ya son las seis y mi despertador sonó. 

sábado, 25 de septiembre de 2021

Tren, tren, tren

 

Urs Fischer, «Untitled», 2011-2020



Me muevo entre las horas como una sombra sin cuerpo, 
o más bien, son las horas que me mueven, 
me asfixian, me devoran toda entera:
festín de veinticuatro boas. 

Mi cuerpo se ha vuelto tren,
                                            tren, 
                                                    tren. 


Seguir, seguir en un viaje constante.
Adelante, más rápido, adelante, 
en una carrera contra la calma de la espera. 

 Y sé que no soy yo quien escribe esto, 
que disfruto tanto del silencio, 
pero yo ya no soy yo, voy huyendo, 
del peso incesante de los días. 

Hoy me causa hastío, 
el ayer ya olvido. 
Solo quiero ser adiós,
un viaje sin destino. 

 Llegar al mañana 
 ligera, 
 con todo lo que tengo : 
 mis silencios y palabras.

sábado, 1 de mayo de 2021

Siento

Siento que la distancia entre lo que pienso, lo que sueño y lo que en realidad hago para llegar ahí donde quiero ya es muy grande. Siento que las palabras que alguna vez estuvieron en la punta de mi lengua, ahora se han ido… o tal vez nunca estuvieron ahí. Siento que la juventud que cargo no es mas que un disfraz para mi cuerpo ya cansado, siento que todos los días tienen todos el mismo nombre, siento que el tiempo pasa y pasa sin que yo cambie de lugar. Siento que en mi conviven todo el optimismo y el pesimismo juntos. No hay puntos medios. Un día siento que puedo llegar a escribir todo lo que mi imaginación desea, al otro el peso de la cotidianidad me absorbe. Siento que para todos el amor es gratis, y para mí el amor se ha convertido en una ciencia que tengo que estudiar sin fin, algo a lo que tengo que pagar para tener acceso y en mis bolsillos no tengo nada para dar, siento que el amor se me va siempre de las manos y aún así, estas ganas de amar y ser amada siguen creciendo cada vez más. Siento que merezco todo el mal del mundo por ser la persona más mala que conozco y a la misma vez siento que sí el cielo existe, me merezco un pedazo de el. Siento que me he equivocado de estar donde estoy, que he perdido todo el tiempo del mundo persiguiendo algo que cada día más corre más rápido que yo. Siento que estoy en el lugar que debo estar, que he hecho todas las decisiones correctas y que yo misma he trazado ese camino que es mi vida. Siento que soy una mala amiga porque dejo que el olvido siempre gane espacio en mis relaciones. Siento que soy una buena amiga porque siempre pienso más en los demás que en mí, que me preocupo por su bien y estoy siempre a su lado. Siento que soy una mala hija porque estoy tan lejos que ya he olvidado los abrazos de mi madre, la voz de mi padre, porque escapé lejos de un cariño que muchas veces me pesaba como un fardo que no me dejaba sentir libre. Siento que soy una buena hija porque extraño el abrazo de mi madre, la voz profunda de mi padre, porque en cada paso que doy busco que ellos miren mis pasos, buscando tal vez que digan: qué orgullo, esa es mi hija. Siento que soy una mala hermana porque no vi crecer a mi hermano, porque lo dejé solo, porque ya casi no hablamos. Siento que soy una buena hermana porque lo llevo siempre en mi mente, porque me preocupa cada cosa de su vida, porque le deseo siempre todo lo mejor. Siento que soy una mala trabajadora porque me dejo llevar en ocasiones por la pereza, porque en muchas ocasiones el miedo y la ansiedad me ganan. Siento que soy una buena trabajadora porque cargo con un sentido de responsabilidad que a veces me molesta a mí misma, porque hacer las cosas bien me gusta y fallar me aterra. Siento que hay muchas cosas que todavía no soy y que quisiera ser, otras en las que aún no estoy muy segura. Siento que sí quiero ser novia o amante, quiero ser deseada y desear con cada centímetro de mi piel a alguien. Siento que no sé si quiero ser esposa o madre, pero siento que vivir en soledad también me aterra. Siento que la soledad es en realidad mi mayor miedo. Siento que la soledad es en realidad mi gran refugio. Siento que en muchas veces soy Soledad…. Siento que soy escritora porque escribo esto, siento que soy capaz de escribir un libro o tal vez dos. Siento que nunca seré escritora porque no tengo ningún talento, porque me encierro en mi confort y dejo que todos los días me pasen. Siento que no soy feliz, que me hace falta el amor. Siento que seré feliz cuando tenga amor. Siento que soy feliz porque disfruto de mi soledad, de mi libertad, de vivir conmigo y de mirar aún con esperanza la vida. Siento que el mundo merece acabar, que no merecemos un día más en esta tierra. Siento que el mundo merece seguir su rumbo, que somos capaces siempre de amor y de escoger siempre la paz. Siento que somos bondad. Siento que somos el infierno para los otros. Siento que a veces solo siento y se me olvida pensar. Pienso que siento. Siento que pienso. Siento, siento, siento alivio al dejar todo esto aquí…


Ejercicio de escritura automática, solo sintiendo 

viernes, 1 de enero de 2021

DOS MIL VEINTE

 

Giorgio de Chirico- L'enigma dell'ora


Final de Enero,
 mes eterno... 
Inicio y final, 
Ilusión y esperanza.

 Febrero rima 
con efímero, 
sabe a suspiro
 Febrero: dos segundos. 

 Marzo, encierro. 
Mi cumpleaños. 
Murmullos y ecos, 
anhelo un cambio. 

 Abril congelado en el tiempo 
donde no estoy en ningún lugar, 
donde no hay exterior sino sólo 
mi silencio y cada rincón de mi alma… 

 Mayo
 mes de anhelo 
de lejos, se ve el cambio
 O al menos, eso dicen el árbol. 

 Junio, 
mes como
 agua 
en mis manos. 

 Julio: una pausa
 en el camino
 a la mitad de lo incierto, 
de lo desconocido. 

 Agosto 
mes-paloma 
de vuelo clandestino. 
 ¿en dónde tejes tu tumba? 

 Septiembre 
Espera. 
Angustia 
Espera, esperanza, espera… 
¿Buenas noticias se avecinan? 

Octubre.
Calma. 
 Cuánta calma
 Agua mansa. 
 
Noviembre 
Mes sagaz, 
invisible 
Y aún así… Recuerdo cada hora.
 

Diciembre frío y melancólico. 
Soy feliz, pensé. 
Pero el futuro ya me decía “fuiste” 
Partida en cero, cuando ya he recorrido medio camino…