sábado, 27 de agosto de 2022

Diario de insomnio II

L'Anniversaire - Marc Chagall, 1915



Debo confesarte algo.
Hoy pasé al frente de tu casa. 
No una, sino dos veces. 
No fue algo que haya planeado. 
No te preocupes, no soy ninguna stalker. 
Te pienso mucho y pienso muchas veces cómo sería volverte a ver. 
Pero no soy ninguna stalker. 
Lo de hoy fue entonces algo inesperado. 
Quise tentar al destino, al azar o a la casualidad. 
Tampoco me puedes culpar. 
Vives al lado de uno de los lugares más concurridos de la ciudad. 
Hoy fui entonces una más de las tantos turistas que, a menudo recorren tu calle. 
Además…no iba sola. 
Al entrar entonces por tu calle mil escenarios pasaron por mi mente. 
Ibas a salir de tu edificio, nos encontraríamos por pura casualidad, nos reconoceríamos…yo me hubiera puesto roja y una sonrisa muy grande se dibujaría en mí. Con sólo esto, ya sabrías que para mí el tiempo no ha pasado y que, a pesar de todos mis esfuerzos para olvidarte, nada ha funcionado. Que extraño nuestras idas a cine y a museos, nuestras conversaciones profundas e incluso más, las que rodeaban la cotidianidad…nos hubiéramos abrazado y discutido sobre la coincidencia de volvernos a ver. Yo te presentaría a la amiga que iba conmigo. Te diría que siempre es un placer verte y hubiéramos quedado para ir a tomar un café pronto y ponernos al día. 
Pero al pasar al frente de tu casa, no saliste. 
A pesar que no estabas, yo te vi a cada paso que di. 
Busqué tu moto entre los carros parqueados, pero tampoco la encontré. 
Imaginé entonces en dónde podrías estar. 
Te imaginé libre, feliz. 
Tal vez de vacaciones en alguna playa del sur. 
Me despedí entonces de ti y de la idea de volvernos a ver. 
Pero ¡volví a pasar! 
Una o dos horas después.
De camino al metro, volví a pasar al frente de tu casa. 
Y esta vez… 
Vi tu moto azul parqueada. 
Habías vuelto, ahí estabas. 
Volví a imaginar otro escenario. 
Nos volveríamos a ver,
Como si nuestras líneas del tiempo no se hubieran nunca separado. Como si a pesar de la distancia, nuestros cuerpos se seguirían reconociendo. Imaginé que entraba a tu edificio, subía las escaleras lo más rápido posible y sin más preámbulo, nos acostábamos en tu sofá. Sin decirnos nada. Tratando de saciar un hambre voraz. 
Pero no bajaste. 
Ahí estabas, arriba. 
Ahí estaba yo, abajo. 
Dos líneas tan cercanas, pero paralelas. 
Y ahora, en otro más de mis insomnios.
Te escribo esto, porque soy más valiente con la palabra escrita. 
Debo entonces confesarte algo : Hoy pasé por tu casa. 
Y en la puerta te dejé este amor que nunca pudo ser.

No hay comentarios:

Publicar un comentario