jueves, 25 de agosto de 2022

Diario de insomnio

 

Hotel room - Edward Hopper, 1931
Hotel room, Edward Hopper, 1931. 


Son la cinco de la mañana, y no me acabo de levantar. Llevo despierta desde las tres de la mañana tratando de volverme a dormir. Le he declarado una batalla al insomnio. Bueno, en realidad no. Soy una guerrera sin armas que acepta su derrota sin haber peleado. A decir verdad, desde hace algunos días que no duermo muy bien. Todo se debe a que volví a Paris hace poco…estaba en Bogotá, donde todo se vive 7 horas después. Si miro la hora en Bogotá, ahora mismo son las 10:04 pm. Es decir que yo me estaría apenas preparando para dormir…mientras que ahora, renuncio por completo al sueño y me aferro a este momento de silencio, donde aún no sale el sol. Me pregunto si seguiré mucho tiempo así. ¿Sería posible que mi organismo viva para siempre en un jet lag sin fin? Esta idea no me molestaría en lo más mínimo. Sería como esa historia del New York Times donde una señora vivía su vida en horarios diferentes a los demás. Por una condición médica, se veía obligada a dormir el día y vivir su vida por las noches. Cuando leí aquella crónica quedé completamente fascinada, más al ver su adaptación audiovisual en la serie Modern Love. Me imaginé viviendo exactamente al mismo ritmo y concluí que mi vida sería mucho más placentera así: podría trabajar en un bar de seis de la tarde hasta las dos de la mañana. Llegaría a mi casa, cansada, pero con la suficiente energía para escribir. Siempre he pensando que mi tiempo perfecto para escribir es la madrugada. Es el sólo momento donde me siento concentrada, esclava de lo que me dictan las palabras que salen de quién sabe dónde. Y creo saber porqué es. Es en el silencio de la noche donde mis palabras pueden ser escuchadas…yo que tengo una voz imperceptible, una voz tan delgada que muchas veces me tienen que decir que repita ¿qué dijiste, Diana? ¿Podrías hablar más alto? Con respecto a esto, debo decir que es una situación que me exaspera, que me saca de quicio. Hay veces que hablo con voz baja a propósito cuando me dicen que si puedo hablar más fuerte. Me dan ganas de decirles a todos: no, no puedo hablar más fuerte. ¿Podrías tú hacer el esfuerzo de escuchar mejor? En fin. Es sencillo. En el barullo del día mis palabras duermen mientras que ¡en el amanecer son tormenta! De hecho, Murakami vivió una vida un poco parecida. En su libro What I talk about when I talk about running dice que él empezó a escribir así, durante las madrugadas después de trabajar en su bar de jazz. Y aquí me pongo en evidencia y confieso que la vida que me imaginé la copié exactamente de lo que él cuenta en su libro. Para ser honesta, siempre pienso en aquel libro, intimidante pero genial. Es para mí un manual del escritor o al menos de todo aquel que aspira a escribir…como yo. Levantarse a correr diez kilómetros, sentarse a escribir otros diez kilómetros. 

Hablando de escribir, empecé a escribir esto con la intención primera de contar alguna historia. Me dije: Diana, tienes que aprovechar este momento de insomnio para entretenerte a ti misma, para contarte una historia. Y justo venía de leer Manual para mujeres de limpieza de la increíble Lucia Berlín, que escribe siempre de lo vivido. Como buena escritora principiante, quise imitarla y hacer el mismo ejercicio. Pensé entonces que podría escribir sobre algún recuerdo, sobre alguna historia increíble que me haya pasado… y pensé en una historia de amor que viví a medias, que pudo ser mía por completo pero que decidí dejar sin final, como todas mis historias de amor (ja ja)

Pensé en esta historia en particular porque me parece que es la única que tengo que sale de lo común. Cuando la reproduzco en mi cabeza me digo que lo pude haber tal vez inventado o que es algo que pasaría en una muy mala chick flick. En fin…tal vez la dejé para el insomnio de mañana porque ya son las seis y mi despertador sonó. 

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