jueves, 9 de abril de 2020

Cuarentena III: Ciudades Idas






El Jardin de las delicias- Bosch 


En mi guardo a Roma, 
como ruinas enterradas en el tiempo,
como ciudad de todo lo eterno, 
como un laberinto de calles... infinito.

Llevo también en la piel París, 
como un sueño que nunca acaba,
en ocasiones como desierto desolado
pero siempre, como misterio a descubrir

Sigo mis raíces que yacen en Leticia,
como una vasta selva intrépida, 
como el canto de pájaros despidiendo el día
como río hondo y caudaloso...se aferran a la tierra.

Mi memoria me lleva a Bogotá  
como recuerdos trazados por los cerros,
como ciudad dantesca: purgatorio, infierno y cielo,
que recorremos todos sin Virgilio. 

Mi futuro anhela ciudades no vistas,
como Nueva York en verano,
como Tokyo sumergido en un  fugaz vaivén
como mujer libre, quiero que mi nombre sea siempre viaje. 



domingo, 22 de marzo de 2020

Cuarentena II: Esperanza

 
Frederic Watts- Hope 
Han pasado ya ocho días que no he salido de la casa y para ser honesta, son días que no he visto pasar. Me asusta porque me pregunto si ya estoy acostumbrada a pasar tiempo sola, si ya el silencio es en donde me encuentro más cómoda. Aún no tengo una respuesta, pero todo a punto a que sí…

La situación de mi cuarentena ha sido cómoda y no me podría quejar. Aquí en París vivo en un apartamento que lo comparto con una compañera, pero sin saber que esto iba a pasar, mi compañera que es de Londres, se devolvió a pasar el fin de semana donde su familia y no ha podido volver. Tal vez no vuelva hasta el final de este mes si la situación mejora. Esto me deja a mi sola en un apartamento destinado para dos personas, no muy grande, pero lo suficiente para no sentirme tan encerrada. Sé entonces que a pesar de todo mi situación es privilegiada. Pero pienso en los estudiantes o en la gente que vive en cuartos de menos de ocho metros cuadrados donde el encierro debe golpear más fuerte.

Mi rutina no ha cambiado tanto como me lo hubiera esperado, y es que me doy cuenta que la rutina siempre se me hace necesaria así me hastíe con el tiempo de ella. He construido entonces la mía durante esta semana. Trabajo a distancia sólo tres días a la semana y el resto lo tomo para estudiar, para leer, para ver The leftovers, serie que todo el mundo me había recomendando antes y no había tenido tiempo para verla. Y es que si hay algo que me ha mostrado estos días de cuarentena es que lo que sí hay es tiempo. Me pregunto entonces qué es lo que hago con mi tiempo cuando me quejo que el tiempo la tiene contra mí. 

Pero, sobre todo, he tenido tiempo de no hacer nada, de escuchar el silencio y pensar. Me he sentido como el personaje de Un hombre que duerme de Perec, me he encontrado incluso trazando líneas en el techo, líneas que llegan a donde están los que extraño, los que pienso, líneas que traspasan los limites de mi cuarto, de mi apartamento, que salen a esta Paris vacía y desolada y que trazan incluso un mapa hasta Colombia donde están mis otros amigos y familia. Y es así que me doy cuenta que la soledad no me mata, no me incomoda porque tengo, de lejos, a veces ya muy lejos, gente que pienso y gente que también me piensa. En esta semana que pasó hablé con muchos amigos y familiares con los que tenía muy poco contacto, pero sus mensajes de aliento y su preocupación me hicieron sentir que mi casa solitaria se iba, poco a poco, llenando. También, en estos días es costumbre asomarse a la ventana a las ocho en punto a aplaudir conmemorando el esfuerzo de todo el equipo médico que lucha para hacer frente al virus. Cada día que salgo a aplaudir me conmuevo, aplaudo entre lágrimas de felicidad que me demuestran que en todo esto estamos juntos, que de pronto hay gente sola como yo, pero desde nuestras ventanas nos reconocemos y nos damos entre todos aliento. 

También han sido días de mucha angustia y cómo no, de honda tristeza. El otro día miré un video que me dejó desolada: una camera se paseaba por los oscuros pasillos de un hospital en Italia donde camillas y camillas se agrupaban, por falta de cuartos. Mostraban a cuerpos postrados más del lado de la muerte y de nuevo escuché el frio silencio. Mencionaban también que todos, si morían, iban a ser cremados sin posibilidad de ver a sus seres queridos, pensé entonces que en estos días no podíamos pensar más que en la muerte, que no había distracción alguna para alejarnos de lo más cierto que existe. Pensé en la vida de esos cuerpos ya sin nombre, vidas que nadie se iba a tomar el tiempo de llorar. Pienso ahora en lo que vendrá cuando esas familias puedan salir y hacer su luto, pienso cuando todos podamos salir de nuevo a vivir el mundo que ya es otro, si esa solidaridad que siento con mi vecino seguirá presente, si aún vamos a seguir siendo capaces de vivir después de haber convivido tan cerca con la muerte. Me gusta creer que sí, que aún podemos tener esperanza en que el hombre es bueno y que esta sociedad que ya sufrió, no sabrá corromperlo más. 

Llevo ocho días en cuarentena y todos aquí en Paris nos preparamos para la otra que viene. Talvez mañana el presidente anuncie otra semana más pero sea lo que sea, espero seguir aferrándome a mi esperanza. 

lunes, 16 de marzo de 2020

Cuarentena I: Despedida

L'amour et Psyché- François Picot 


Nos había condenado al olvido
Porque entre nosotros, sólo estaba yo.
Y a ti te encontraba sólo en el segundo, pero aquí sigo
 intentando fabricar del momento lo eterno.

Ahora que afuera no hay nada más que caos,
siento respirar la muerte cada vez más cerca,
barullo y gritos, son mis palabras que te buscan a lo lejos 
y cada vez que creo que te toco te encuentro cerrando tu frontera.

En tiempos de encierro y cuarentena
He aprendido a vivir con mi silencio,
conmigo y todas las versiones de mi misma.
Me digo que puedo sobrevivir a la soledad y saludo de nuevo al silencio. 

Pero miento porque este poema te busca, 
te dibuja,
te evoca,
y así Intento fabricar de mis palabras algo que me acerque a ti…

Y sí, voy a sobrevivir lejos de tu piel…honda selva de deseo. 
Pero en mí cargo siempre un último hasta luego.
Y que esta distancia sea la muerte que me haga olvidarte,
Porque te pienso, con amor y odio, aquí te pienso siempre. 

domingo, 1 de marzo de 2020

Mi primer recuerdo

I and the Village- Chagall

Estaba leyendo W ou le souvenir d’enfancede Perec. Aunque Perec insistía que nunca había tenido infancia, el primer recuerdo siempre lo recorría. Intenté entonces desatar todos los hilos que componen mis recuerdos y llegar al primero que lo originó todo, al kilometro cero de mi vaga memoria; pero no pude más que recordar ese pasado que había inventado de mi infancia por la memoria de mi mamá, de mi papá, de mi familia.

Me acordé del relato de mi nacimiento, una bebé nacida tres meses antes de lo esperado. Tan pequeña que cabía en la palma de la mano de mi padre, tan frágil que para alimentarme tenían que hacerlo por jeringas. Pensé en esa bebé frágil dentro de la incubadora, una imagen que nunca me pertenecerá y que sin embargo protagonizo en la memoria de algunos.

Pensé en lo que sucedió después, en mi vida en Leticia con tan solo meses, aprendiendo a caminar y según la memoria de mis abuelos, perdiéndome en el jardín de la casa, tan grande como la selva misma. Seguí la cronología de esos años que no me pertenecen del todo y llegué de nuevo a Bogotá donde vivíamos en la casa grande de mis abuelos, una casa que sigue siendo para mí una torre de babel. Mi mamá se había mudado de nuevo a la capital porque el clima me había afectado. Los pulmones de esa bebé frágil no se habían desarrollado como debían y la humedad no hacían más que enfermarla. 

Llego a Bogotá y es aquí donde mi memoria empieza a coger raíz. Me acuerdo a la perfección de mis primeros años en el jardín, de mis tardes con mis abuelos y mi primo Santiago, jugando en cada habitación de la torre de babel (y en este párrafo me permito hablar en presente porque caigo así en la melancolía, el único refugio que tiene el pasado). Pero todos esos recuerdos están lejos de ser el primero…

Mi primer recuerdo- que tal vez no sea el primero, pero la literatura me permite las mentiras piadosas- es estar en una mañana fría y con lluvia mirando por la ventana del hospital donde yo estoy hospitalizada. A mi lado está mi abuela Corina y las dos no hacemos más que mirar por la ventana. Estamos en un piso muy alto porque el cielo se ve más cerca que el piso. Desde lo alto se ven los gigantes cerros donde se hunde Bogotá, y abajo, muy abajo, se escucha el sonido de una ambulancia. Apunto con el dedo hacía abajo, emocionada o aturdida por el ruido, y mi abuela me abraza de nuevo y susurra algo en mis oídos. Hasta aquí llega mi primer recuerdo, pero de nuevo acudo a la ficción que es mi salvación y alargo aquel recuerdo de infancia. Me imagino entonces que mi abuela se acerca, me abraza y me susurra en el oído: Aquí estoy contigo. 

Sigo imaginando y se me ocurre que no es cierto que he olvidado el sonido de su voz y que aún me dice, después de años de su partida: Aquí estoy contigo. 

miércoles, 29 de enero de 2020

En defensa propia

Compartment c car 293- Hopper

El silencio que dice mi boca 
es un insulto para los que gritan,
rodeada de barullos y caos, 
me pregunto si soy yo la equivocada. 

Y no hablo porque la palabra pesa 
y en el reposo del silencio 
todo ya se ha dicho.
Aun así, mi silencio aterra.

Mi timidez, cárcel y disfraz, 
que aún así consiento.
Mi soledad, espada y armadura, 
que aún así me obstino a hacerla mía.

Y frente a mí, una mirada inquisidora 
que me apunta y me pregunta
tratando de descubrir en una sola noche
mis secretos, mis amores, todos mis miedos.

Y entonces es así que vuelvo  
de nuevo, siempre, al silencio
que me pregunta sin buscar respuestas,
que me seduce por su infinito misterio.

sábado, 11 de enero de 2020

Desayuno




Esa mañana me había levantando con ganas de desayunar una película de otro tiempo, de otra época más feliz de la que vivía. Salí de mi casa y afuera ya el frio de Enero comenzaba a entrar en cada poro de mi cuerpo, y aun así, en vez de coger el metro, decidí ir caminando hasta la filmoteca. Caminé por el boulevard Montparnasse donde los cafés apenas abrían sus puertas, atravesé el jardín de Luxemburgo donde las estatuas parecían seguir durmiendo y llegué justo a tiempo para ver una de mis favoritas de Truffaut, los 400 golpes. 

Al entrar, me di cuenta que había ya alguien más sentado en el centro de la sala. Intenté no hacer ruido y sentarme al fondo, pero él ya había sentido mi presencia. Las luces todavía no estaban apagadas así que pude detallar bien su rostro: de unos treinta años, pelo castaño corto, gafas y una sonrisa tímida que me dio- de seguro también sorprendido de ver que alguien entrara tan temprano a una película-. 

Es de mi naturaleza fantasear con desconocidos, inventarme sus pasados y en mis momentos de soledad, incluirme por lo menos por un breve momento en sus vidas y con él no fue la excepción. Le inventé un nombre y lo bauticé Frédéric. Me imaginé que me acercaba a hablarle y a invitarlo a tomar un café. Él, claro, aceptaba y me contaba un poco de su vida, pero hablaríamos más sobre Truffaut y cómo su cine era mejor que el de Godard. Después de nuestro café lo acompañaba a coger un bus hacía su casa que quedaba al frente del parque Buttes-Chaumont, no estaba dentro de mis planes acompañarlo, pero en un último momento me convencía y nos íbamos de nuevo juntos como dos extraños que se habían escogido entre el mar de soledades.

Al entrar a su pequeño estudio lo primero que nos recibía era una vista al parque desde lo alto. Le decía que aquel parque era el de todos los amantes de Paris. Él entonces se acercaba a la ventana junto a mí y sin decir nada más, nos besábamos ignorando que esto era lo que ambos habíamos venido a buscar. Sin ningún preámbulo, nos acostábamos tratando de nuevo de abatir esa frontera de extraños, su piel y su olor estaban ya tan en mi que, aunque nos olvidáramos al día siguiente, lo reconocería de lejos. En ese placer infinito de las simples cosas, nos quedábamos desnudos toda la tarde, fumando, hablando de nuestros sueños ya idos y sin hacernos promesas de otros días. 

En un intento de descifrar quién era Frédéric, miraba con atención cada objeto que rodeaba su casa. Muchos libros y discos, todo en un orden sagrado. En una de sus paredes un cuadro de un poster de Antonioni colgaba, Blow Up. Me podía ver desnuda en aquel reflejo, fotografiada, expuesta como las de la película. Le contaba entonces sobre Cortázar y como él había escrito el cuento inspirado en el guión de Blow UP. Un cuento mucho más terrorifico y macabro que Antonioni no había podido igualar. Le hice entonces la vaga promesa de volver y regalarle el libro que guardaba en mi casa donde el cuento “Las babas del diablo” estaba. 

Al finalizar la película aquel extraño ya conocido para mí volvió a darme una sonrisa y salió antes de mi. Sin más, fui al café de al frente, ordené un café y me senté a esperar, de nuevo sola. 

jueves, 26 de diciembre de 2019

Hoja en blanco


Girl with leave- Lucian Freud 


Me falto sentirme completamente sola 

Un diciembre sin festejos ni rituales,

Sin besos de mi madre, 

ni un abrazo de mi padre

Para temerle un poco al silencio, 

A una sala de cine oscura y desierta

Donde mis lágrimas se convertían 

En las furiosas olas que hundían aquel barco.

Me falto sentirme completamente desolada

Para ver en el blanco de esta hoja

Una curva seductora, alzar mi mano

Y trazar mi lengua…rozar de a poco un verso. 

Me falto sentirme completamente derrotada

Un jueves en Paris con aguacero,

Pensar en la muerte como un descanso,

Si en la vida todo está siempre lleno de silencios.

Pero la hoja en blanco no acaba, 

Y las sirenas en la noche, de lejos, resuenan,

Me dicen que hoy no es jueves, 

que hoy no muero.