Mi mamá
contrató a ese muchacho para que barra las hojas que caen del árbol junto a
nuestra casa. Es tan grande que yo creo que llega al cielo. Algún día lo voy a
subir todito a ver hasta dónde llego, de pronto si voy hasta el final vea a mi
papá que dicen que anda por allá arriba aunque por ahora yo espero a que sea él
quien baje y me venga a visitar. También siempre me dicen que van a cortar el
árbol porque ya está cansado de tanto estar parado y yo de una salgo corriendo
a abrazarlo, a preguntarle si está bien y le pongo una silla detrás por si se
quiere sentar alguna vez y descansar por un momento nada más, pero nunca me
escucha. Y me levanto asustada cada mañana al pensar que ya no va a estar pero
cuando abro las ventanas ahí lo veo. Y fue esta mañana cuando vi a ese muchacho
con la escoba recogiendo el montón de hojas.
Sin
preguntarle a mi mamá y sin que nadie me vea salgo corriendo a hablar con el
muchacho. Le pregunto su nombre, por qué recoge las hojas, qué va a hacer con
ellas después, que si lo puedo ayudar pero él no me dice nada. Me comienza a
hacer señas y empieza a mover sus manos haciendo figuras en el aire, también su
boca se abre y lo único que le escucho son suspiros que al final son más bien
gritos. Yo me río porque lo que mis ojos ven es un muchacho que va a
empezar a bailar y yo intento hacer los mismos movimientos que él. Comienzo a
mover mis manos, a sacarle la lengua, a suspirar y al final gritar, a mover mis
pies también pero de un momento a otro, él deja de bailar y con la escoba en la
mano empieza a barrerme los pies para que me vaya. En ese momento mi mamá sale
gritando y me llama pero yo solo quiero seguir jugando con ese muchacho que
ahora le hace señas a ella, la invita a que venga a bailar con nosotros y yo
más feliz que nunca la espero a que se nos una. Pero ella furiosa grita más y a
mí me da tanto miedo verla así que salgo corriendo a esconderme detrás del
árbol. Y sin zapatos intento escalar para ver si esta vez sí llego al cielo
pero yo del suelo no me muevo y sin que me dé cuenta por detrás llega María que
me alza sin ningún esfuerzo a pesar de toda la fuerza que yo hago para soltarme
de sus brazos. Me entra a la casa y yo veo al muchacho bailarín de la escoba
que se ríe y me muestra todos sus dientes dejando escapar otra vez ese sonido
que yo nunca antes había escuchado.
Le
pregunto a María, a mi Mamá, a la que me quiera escuchar quién es ese muchacho,
por qué no me dejan bailar con él, que si lo puedo ayudar y yo comienzo a
llorar porque lo único que quiero es estar con mi nuevo amigo, volver y
mostrarle también mis dientes y reírme. María sale al patio a bailar con el
muchacho, empieza a mover las manos por el aire y le pregunto a mi mamá por qué
María sí puede y yo no. Mi mamá me dice que no bailan, que así es como el
muchacho habla y yo no entiendo nada porque desde la ventana veo que él no abre
la boca. Sin responderme a todas las preguntas que le hago mi mamá me coge de
la mano y me obliga a meterme al baño. Yo acepto con la condición de poder
salir después y tan rápido como puedo me meto en el agua, en la toalla, en el
vestido y salgo corriendo. Esta vez mi mamá no me dice nada. Por estar hablando
en el teléfono no se da cuenta que yo me voy, que me estoy yendo, que me salí
del cuarto a buscar otra escoba para ayudar a mi amigo. Si iba a barrer todas
las hojas necesitaba ayuda, porque recogerlas era lo mismo que intentar recoger
todas las gotas del cielo cuando llovía.
De camino
a la cocina, al fondo está el cuarto de María y ahí están las escobas, el
trapero y la lavadora. Entro despacio y sin hacer ruido a la cocina hasta
llegar por fin al cuarto. La puerta está cerrada y la empujo con fuerza pero no puedo abrirla. Me acerco un poco más y
escucho a María que grita. Yo toco para que María me abra y le digo que
necesito una escoba pero ella no me escucha y sigue gritando como loca. Yo de
una salgo a buscar a mi mamá que está en el cuarto para que le diga a María que
me abra. Ella sigue pegada en el teléfono pero yo la arrastro hasta la cocina
para que me ayude. De mala gana me acompaña y también toca la puerta pero al
escuchar lo que María dice, cuelga y sale a buscar algo en su cuarto. Cuando
llega, la mano le tiembla y casi que no puede abrir la puerta. Pero cuando la
abre veo que María está sin ropa sentada en la cama con las manos amarradas
llorando y gritando. Mi mamá corre a desatarle las manos pero no puede y
también gritando corre a la cocina a buscar un cuchillo. Yo me quedo ahí,
mirándola sin saber qué pasa. Le preguntó qué pasó, por qué está ahí, por qué
se amarró las manos. Le digo que no llore más y cuando me acerco para abrazarla
ella con las lágrimas que están en toda su cara me dice que cierre los ojos, que
me vaya y yo me quedo parada en la puerta de la cocina viendo a mi mamá desatándole
las manos. Mi mamá se voltea y gritando me dice que me vaya a mi cuarto pero yo
no entiendo nada y ninguna de las dos me responde. Me cierran la puerta de la cocina y desde ahí no puedo escuchar nada y con
tristeza me voy al cuarto.
Desde la ventana
veo que el muchacho ya no está y todas las hojas siguen regadas en el piso. Miro
al árbol y espero a que baje mi papá o alguien que me venga a visitar. Con un
viento las ventanas se cierran y las hojas de un solo soplo vuelan. Tal vez por
eso se fue el muchacho y ya no vuelva más, porque las hojas se barren con la
brisa, gratis, sin pagarle. Ejercicio Lenguaje Expresivo
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