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Pablo Picasso- Les Trois Danseuses |
¿Cómo así que cómo me llamo? Usted entonces no es de por acá mijo, yo sí lo veía como muy pálido y buena pinta para ser de aquí. Pues a mí me dicen disque Juanito Alimaña por tanta maña que me mando pero a mí no me gusta y me emputo cuando me llaman Juanito. Es que a quién le da miedo ese nombre. Por eso cuando alguien me llama así de una vez es que le voy rompiendo la jetica. ¡¡¡Ayyy!!! Cuántas veces no les he dado a todas esas viejas que me gritan en la calle: Juanito, vení, que yo a vos te lo doy es gratis. Y yo voy pero a decirles que no me llamen así y les dejo bien clarito quién es el que manda. Si usted me va a llamar, llámeme el mañoso, el tramposo, el mala entraña, el Alimaña o si quiere solo Juan. Pero nada de J-U-A-N-I-TO ¿me entendió? Aquí ya saben cómo es que es. Si se tropiezan conmigo o en la calle me miran mal, ya no hay otro día para ellos. Pero es que hay que ser así hermano, no dejar que se la monten porque la vida es selva y si uno se descuida ¡¡¡PUM!!! Y antes de que me coman yo prefiero comerme a todos. Aunque sabe que eso no siempre fue así.
Ese miedo que para mí es la cosa más chimba hermano, porque
yo lo veo como que me tienen respeto. Es que usted tiene que ver cómo esa gente
me mira y hablan bien pasito cuando paso al lado de ellos, les tiembla hasta el
pelo. Bueno, ese respeto yo me lo gané. Yo mismito. Aunque claro que el que me
metió en toda esa vaina fue Pedro navaja. Sí, el mismo de las noticias. Pues
claro que lo conocí, ¿no le estoy diciendo que fue él el que me enseñó? No me hablé más de lo que dicen en esos
aparatejos, hermano. Le digo que me tienen es mamado con tanto show. Arman todo
ese lío porque hace rato lo buscaban para encerrarlo y que lo hayan encontrado
muerto sin saber nada de nada los pone furiosos a esos manes. ¿Pero quiere que
le cuente o no? Quédese calladito entonces. Desde bien chiquito me mostró cómo
es que era la vaina y yo le cogí el tiro rapidito. Yo nunca supe porque Navaja
me escogió a mí entre todos esos pelaos pero cuando me dijo que me tenía por
ahí un negocito yo le dije que yo le entraba de una porque no tenía ni un peso.
Y preciso a todas las cuchas que robaba, jajaja es que yo sí era bien de malas,
estaban igual de peladas que yo. Y ese
man me cogió y me mejoró el ojo. Me enseñó
a entrarles a los que era, a los que sí tenían plata en el bolsillo y no en las
muelas.
Yo empecé a robar en los buses, chalequeando a todo el que
andaba despistado. Ya después me metía en las tiendas y quiubo haber, deme todo
lo que tiene en la caja y la muchacha o el pelado que atendía me miraba. Unos
con tristeza, otros con odio pero en todos yo veía miedo y esa mano les
temblaba y era una chimba porque me sentía como importante, yo no sé. ¿Cómo
Dios? No, así me siento ahorita, en ese momento no tanto. Después ya me fui a
las calles y ¡¡shhh!! Que aquí no pasó nada mamasita y yo aprovechaba y les
metía la mano en las tetas y ahí sí pegaba el pique y eso me gustaba más porque
la adrenalina me corría por todo el cuerpo. Pero yo durante ese tiempo nunca maté
a nadie, ni siquiera tenía una pistola porque como era tan acelerado al
principio, hasta de pronto disparaba esa vaina en el bolsillo y ahí sí que
hacía. Pero a eso también le cogí el tiro y usted no se imagina la emoción que
yo sentí cuando yo escuché que esa vaina se disparó y el man que me mandaron a
dar de baja sin darse cuenta de nada, se desplumó en la calle y yo ya iba bien
lejos sin que nadie sospechara. ¿Por qué me pregunta esas maricadas? Pues obvio
hermano. Uno nunca sabe a quién es el
que le va a hacer la vuelta, solo el nombre, la cara y hasta luego.
Cuando yo empecé a tener plata por todas esas vueltas que me
mandaban a hacer, la vaina se puso más buena.
Como ya andaba así como usted me ve vestido ahorita las viejas empezaron
a seguirme. Me caían del cielo, subían del infiero, de todos lados me llegaban
y más cuando se dieron cuenta que conmigo la vaina era seria, que yo andaba
montado en billete. Y yo no podía estar más contento. ¿Qué más le pedía yo a la
vida? Pero vea que sí había algo que faltaba. Muy bacano acostarse con esas
viejas, eso sí no se lo niego, pero es que había una que me traía y me llevaba
y me daba mil vueltas con solo pasar al ladito mío, sin ni siquiera
mirarme. Y yo seguía con todas las demás
pero mirándola siempre. Siguiéndole el paso. Esperando a que me viera. Pues sí
y qué. Yo estaba enamorado y cómo no. Usted también lo hubiese estado si la
hubiese visto. Ese andar de fiera pero esa carita de señorita, de gomela y como
de mejor familia.
Una de esas veces que
la seguí, me di cuenta que salía de aquí de este bar cogida del brazo del
Navaja. A mí ahí se me partió el alma. Cómo iba a estar con ella si ya Pedro se
la había cogido y me dio tantos celos que ahí mismito quise matarlos a los dos.
Lo peor es que preciso Pedro me vio y comenzó a llamarme JUANITO en frente de
esa hembra. Si quiere ríase ahorita todo lo que quiera porque al final, cuando
le termine de contar, de una vez le advierto que no va a poder. Me la presentó,
dijo que se llamaba Josefina. Yo sé hermano. Ese nombre no le iba a esa pelada
tan hermosa pero ella se sentía orgullosa de el y en ese momento hasta me
gustó. Cuando la vi por primera vez de cerca sí me volví una hueva. Sentí lo
que los demás sentían al verme y le juro, no le miento, que me dieron ganas de
llorar. Al presentármela Pedro ya me decía que no me podía meter con ella pero
yo ya no podía hacer nada. Yo me enamoré de esa vieja y cada vez que la veía
por ahí solita la seguía sin que se diera cuenta. Pero ella sabía bien que yo
la perseguía y comenzaba a caminar más lindo. Un día me entró a este bar y ahí
sí qué Pedro ni que va. Desde ahí, después de que ella salía con Pedro y yo
hiciera mis vainas nos encontrábamos por ahí y ella me decía que me quería pero
yo a Josefina la amaba. Y duramos yo no sé cuánto tiempo, como un año o un año
y medio escondiéndonos de Navaja pero yo ya me estaba aburriendo de toda esa
vaina y le decía a Josefina que yo a él lo mataba y nos salíamos de todo ese
enredo facilito. Pero ella siempre me decía que no y yo como no podía llevarla
nunca la contraria. El problema fue cuando a Pedro le llegaron con el chisme.
Yo no sé cómo ese man no se había enterado antes porque ya todos nos habían
visto. Aunque yo les decía que calladitos, que si hablaban ya sabían cómo es que
les iba a ir. Y pues ya le voy a terminar de acabar el cuento porque qué
más.
Ayer yo estaba
esperando a Josefina que saliera de aquí. Me dijo que se iba a ver con Pedro
acá y que salía a la 1 de la noche. Yo llegué como a las 12 y empecé a dar
vueltas por ahí con cuidado para no ver a Navaja. Yo no sé qué hora era pero vi a Pedro salir
de una esquina vestido siempre con la misma pinta de matón. ¿Usted ha visto la foto del man? Entonces sí
sabe que ese sí apenas uno lo veía sabía qué era lo que hacía. Lo vi que entró
acá pero al momentico salió con Josefina cogida de la mano. Me di cuenta que se
metió las manos al bolsillo y cuando yo ya salía corriendo a ayudar a Josefina,
ella ya estaba en el piso llena de sangre por todas partes. Cuando yo la vi así,
usted no se imagina todo lo que yo sentí. Aunque de una yo cogí la pistola y le
di un balazo a Navaja que le atravesó todo el pecho. Josefina también estaba
muerta y yo me quedé ahí parado sin saber qué hacer. Viéndolos y sintiendo
envidia porque en el otro lado iban a seguir juntos, por siempre. Pues obvio
que todo el mundo vio. Aquí todo el mundo ve pero nadie dice nada. La gente que
estaba en el bar salió y al ver a Pedro Navaja no creyeron nada. Cuando vieron
a Josefina algunas de sus amigas lloraron y cuando me vieron a mí no dijeron
nada y volvieron a entrar. Yo también me tuve que ir porque la policía llegó
como a los diez minutos. ¿Y ahora qué? Ayyyy hermano, no me pregunte eso. Más
bien váyame dando ese relojito que tiene ahí y esos zapatos que se ven bien
bacanos para bailar salsa.
Ejercicio Metaficción. Basado en Pedro Navaja de Ruben Blades y Juanito Alimaña del gran Héctor Lavoe