Boca perdida entre bocas buscadas.
Las palabras sin pronunciar
se quedan entre telarañas,
entre el aire de las cosas olvidadas.
Habitan en la casa del silencio
que es hostil y amistosa;
idónea cuando es por elección propia,
fatal si nos secuestra por si sola.
Los recuerdos se confunden con
lo que nunca aconteció.
El mañana, el hoy y el ayer
son la misma cosa en la memoria prodigiosa.
¿Quién le dice al viejo que no vivió?
Si es libre de perderse en su laberinto
y repetir un recuerdo ajeno.
Es libre de ignorar el tiempo y arrojar
los años al viento.
En la casa del silencio
hay ruido y mucho frío.
Está la soledad y el olvido,
lo infinito.
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