Primer Trazo
François Dupont murió el pasado 24 de Julio en esta plaza. Si usted es familiar o tiene
alguna información sobre él por favor
llame al: 0695749865. Leyó el anuncio una y otra vez. Se imaginó a François
como un hombre pequeño, no más de uno
setenta años, con barba blanca y con ojos sin color e inútiles, con una barriga
llena de cerveza y pulmones invadidos de tabaco, con manos sucias de tierra y
el cuerpo botando ríos de sudor. ¿Cómo pudo haber muerto François Dupont?
¿Acaso fue una muerte lenta y agonizante o de un solo golpe la muerte lo agarró
y lo tiró al piso? Tal vez fue un tiro que derrumbó su cuerpo en medio de la
noche. Pero si fue un tiro yo lo hubiera escuchado, se dijo. Mi casa sólo queda
a unas pocas cuadras de acá y el estruendo de la bala me hubiera despertado. De
seguro habrá sido el asfixiante calor de verano, se habrá ido con el sol de la noche que ya sin
fuerzas para calentar se despide alrededor de las diez. La gente que debió
verlo habrá pensado que era un borracho que dormía su borrachera pero en
realidad era un viejo que saludaba ya la muerte.
Siguió caminando y en el siguiente poste leyó el mismo
anuncio. Ahora la imagen de François se hacía cada vez más nítida en su
imaginación. Lo vistió de harapos viejos y con un par de tennis sin suela. Se
preguntó cuál habrá sido la última cosa que pensó, o si pudo pensar algo
después de su muerte. Miro hacia los lados y vio que cada poste que rodeaba la
plaza tenía el mismo anuncio. Sin embargo él era el único que se tomaba el
tiempo para leerlos. François Dupont había muerto aquí o ahí o más allá hace… ¿hace
cuánto tiempo este tipo anda muerto? Se preguntó sin poder encontrar la
respuesta. Se paraba de la cama sin saber qué horas eran ni en qué día estaba.
Nadaba entre los días como aquellos que ya no tienen nada que esperar. Se sentó
en la banca más cercana y trató de acordarse qué día era hoy. Pensó en lo que
había hecho ayer o el día antes de ayer pero de nuevo la nada lo saludo.
Sentado pudo ver las vidas que tenía en frente de sus
ojos, todo el mundo pasaba ignorando que Monsieur Dupont había muerto aquí,
hace…hace algunos días. Los que estaban sentados mantenían sus ojos fijos en
los periódicos leyendo sobre la muerte en otros lados, los que pasaban
caminando seguían su camino sin detenerse. Se acordó entonces que él también
debía seguir su camino. Sí. Por algo se había levantado. Por algo había hecho
el esfuerzo de dejar su cama, de vestirse, de tomar un café y una tostada y
llamarlo desayuno. Por algo salió apurado dejando a medio cerrar la puerta de
su pequeño apartamento. Pero a dónde iba ¿a dónde vas? ah sí. Iba de camino a dejar una carta en el correo. Pero la carta
podía esperar, debe esperar, esperará un rato más.
Pensó que de seguro lo
había visto, lo había podido cruzar en la calle. Si ambos pasábamos seguido por
este parque nos debimos haber cruzado una mirada, o un saludo tal vez. Se dijo
que de pronto pudo haberle dado alguna moneda. De seguro le pude haber dado una
moneda, un céntimo, o cinco. Pero nunca diez porque nunca tengo tanto. Estoy
seguro que debí haberlo visto. Dupont debe ser el viejo que siempre se sentaba
en esta banca que da en frente al parque Monceau, esta banca era su única
posesión en esta tierra, su reino entre el infierno. ¿Y si llamo a ese número y digo que lo conocí?
Tal vez sea la mejor idea, poco importa si lo conocí o no. Apuesto a que nadie
lo conoció nunca y ni siquiera lo enterrarán. Quemarán su cuerpo y tirarán las
cenizas a la basura. Y Así en menos de un minuto la vida de François Dupont
habrá terminado. Ni un recuerdo ni un trazo de su paso por la tierra, nada, de
nuevo nada. Pero enseguida descartó la idea de llamar, ¿cómo llamar si no tengo
celular ni dinero para llamar? Entonces decidió que iría a la policía, diría
que fue el único amigo que François Dupont tuvo en la vida y reclamaría su
derecho a tener un entierro como cualquier persona se merece dejar esta tierra.
¿Pero qué tal que François haya sido un tipo peligroso, el delincuente, el más
grande ladrón del barrio? Me culparían, por decir que fui su único amigo me tomaran
también como su único cómplice. Pero es un riesgo que tenía que tomar. La
curiosidad por saber quién se escondía detrás del nombre que invadía toda plaza
lo encaminó hacía la prefectura más cercana que encontró.
De camino fue leyendo una y otra vez el anuncio que
había arrancado y pensando en cada palabra que diría al policía. Primero tengo
que decir buenos días porque con la autoridad siempre hay que ser lambón,
después le pasó el papel y le digo que François fue un conocido mío. No, un
amigo mío. Mejor aún, François fue mi mejor amigo y que me sorprendía su reciente
muerte. Aquí tengo que fingir algunas lágrimas y con la voz quebrada le digo
que François siempre quiso tener un entierro. Pero si no tengo plata para una
llamada mucho menos voy a tener para un entierro. Se preguntó como hacían los
pobres para morirse, si hasta para eso hay que tener plata. Bueno, algo me
inventaré. Le diré a la vieja del apartamento que este mes no se lo puedo
pagar, que me echaron del bar donde trabajo pero que el próximo mes le pagaré
los dos meses completos.
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Goya- Perro semihundido |
Entró decidido y preparado para enfrentar lo que fuese
la identidad de François pero cuando llegó la estación de policía ya estaba a
reventar. Le pidieron tomar un número y pasar a la sala de espera. Tenía el
número 30 e iban apenas en el 10. Veinte personas en frente suyo: una muchacha
que con su pierna iba dando el ritmo al paso de los segundos, un viejo bigotudo
que enrollaba y desenrollaba un periódico, una señora que parecía haber comido
un elefante de desayuno con cara de tragedia y desesperación, un señor con un
portafolio entre sus manos que se paraba cada cinco minutos a ver el reloj que
colgaba a lo alto de un muro. El reloj, dueño de la espera de cada uno de los
que esperaba, excepto para él que le daba igual esperar el día aquí o en otro
lado.
Cuando le llegó su turno no tuvo palabras para decirle
al agente, sólo extendió su mano y le
entregó el anuncio que ya estaba arrugado y lleno de pliegues. Un momento de
silencio. El agente se sumerge en la lectura, después clava su mirada en la de
él. Este ya me está empezando a analizar, pensara que estoy loco. Y la verdad es que sí lo está. El policía lo
mira a los ojos de nuevo pero esta vez mucho más de cerca. Rompe el anuncio en
dos y lo tira a la basura. Enseguida le pone en la cara un pequeño calendario que
le indica el día en el que están. François Dupont lleva muerto hace más de dos meses.
Habrá muerto solo en una noche de verano, sin que nadie lo viera morir. Habrá
caminado solo hacía lo desconocido o…le habrá sonreído a la muerte. Se habrá
tirado a sus pies pidiéndole por fin un descanso.