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Carátula del album bird and diz-Charlie Parker y Dizzy Gillespie-1952 |
Once y cincuenta y seis, cincuenta y siete,
cincuenta y ocho, cincuenta y nueve y ya se hacen las doce de la noche. Aquí
empieza la hora de su cita. Ella dice que es su cita porque es el único momento
del día donde lo puede escuchar de lejos. Es el único momento donde, desde su
ventana, un universo entero aparece delante de sus ojos. Él, por su parte, dice
que es una cita entre la música y él, nadie más puede entrar. Pero la verdad es
que más allá de ser una cita se va convirtiendo poco a poco en un ritual donde
cada uno sabe lo que tiene que hacer. Ella ya hizo todo lo que le tocaba.
Esperar viendo cada hora pasar hasta que sea media noche. Él, del otro lado de
la calle, se levanta a coger con sus manos llenas de juventud el viejo saxofón
que se renueva con cada nota. Ajusta la boquilla y se sienta junto al alféizar
de la ventana.
Ya es media noche, otra noche donde el tocará las
mismas canciones de siempre, una noche de más donde ella podrá soñar de ese
desconocido que ya conoce bien.
Ella se sabe de memoria todo el repertorio. Si
le preguntáramos que nombrara al menos una de las canciones que tocaba, ella
diría: esa que va tiiiiii toooo paaaaaa laaaaa laaapaaatooootiii. Y a decir
verdad poco importa, lo único que cuenta es que a ella le gusta y así está
bien. En cuanto a él, él sólo cree en
los dioses que tanto intenta imitar. Armstrong, Dizzy, Parker, Baker y cada día
la lista se hace más grande con cada descubrimiento que hace.
Ahora todo está listo. Acerca la boquilla un
poco más a su boca y justo cuando va empezar se da
cuenta que hay algo que
falta. Algo que sobra. Levanta la cabeza y ve del otro lado una mujer. Ella lo
mira fijamente sin prestar mucha atención a la distancia que hay entre los dos.
Y así, por una mirada se empieza a levantar un puente. Y así, ese algo que
falta ya no le hace tanta falta, y eso que sobra ya no le sobra. Está listo
para tocar y ella lista para escuchar. Él
por primera vez tiene un Público entero a sus pies.
Empieza y los dos se dan cuenta que es
algo nuevo lo que está pasando. Sus manos empiezan a obedecer un orden que va
mucho más allá del tempo. Sin pensar va tocando por fin a la velocidad que es.
Entiende que el jazz no se hace sobre un papel sino sobre el lienzo del momento
y quien dice momento dice presente, quien dice presente dice ahora y el momento
que es presente que es ahora es diferente a la hora que el reloj marca, que ese reloj no sirve
para medir lo que está dentro de sus
manos, de su corazón late más que nunca, de su cuerpo que tiembla. Está en el
momento y no hay nada qué hacer, No hay quién lo detenga. Para ella él no es un imitador, un
principiante. No hay nada de imitación. Y en la cabeza de él pasa la misma
cosa. Él no se siente imitando al gran Parker. No. Esta noche él es Parker y Parker es él.
Ella
también entiende, entiende que debe cruzar el puente. Que todo ese riff que él
no termina de acabar no es más que una invitación. Que ahora ese mundo que veía
de lejos como una espía es accesible. Tiene permiso. Tiene el pasaporte para
entrar. Entonces cruza y el viaje ya puede comenzar.